Nuestra cultura política no está en juego
diciembre 3, 2019El hecho de que en el último presupuesto se le haya asignado al béisbol mayor cantidad de dinero que el que recibirán muchos rubros de más importancia y sensibilidad, como la educación para niños con capacidades especiales, no quiere decir que México se vaya a convertir en un pueblo beisbolero, muy a pesar de que en ciertas regiones como Sonora o Sinaloa sea de los deportes con mayor afición; México y nuestra cultura deportiva siguen y seguirán siendo por mucho tiempo de fútbol.
Sin embargo, lo anterior es sólo un ejemplo básico para decir que la cultura no cambia de un día para otro, la cultura no cambia repentinamente por el hecho de que un régimen político ceda paso a otro; por ende mucho menos cambiará a causa de una alternancia de color en el gobierno, independientemente de que se asigne un presupuesto de 350 millones de pesos a un solo deporte –que no es prioridad–, mientras en paralelo se reduce el presupuesto a estancias infantiles o a albergues para mujeres violentadas.
Es importante destacar que el pueblo mexicano no adoptará, en el corto ni en el mediano plazo, una cultura del béisbol, pero como tampoco aprehenderá otros elementos de cultura cívica y política, que un régimen autoritario intenta que volvamos a hacer propios.
Así como en julio del 2000, México pasó de un régimen autoritario y de partido hegemónico, sin que la ciudadanía haya cambiado repentinamente del 2 al 3 de julio, de ser una ciudadanía callada y sumisa a ser totalmente proactiva y cívicamente responsable; hoy a 19 años de distancia los mexicanos no vamos a tirar por la borda todo aquello que fuimos cambiando paulatinamente en los últimos lustros.
Fuera de México también hay otros ejemplos de cómo la cultura tarda más en evolucionar; muy a pesar de las movilizaciones, protestas y esfuerzo de la primavera árabe en el 2011, fueron pocos los países de la región que después de derrocar a un régimen, lograron consolidar un sistema verdaderamente democrático, pues la población quizá no estaba preparada ni tenía los valores democráticos totalmente asumidos. La República de Weimar en el siglo XX es otro ejemplo de cómo la cultura ciudadana no siempre responde a los procesos políticos formales, en este caso la debilidad ciudadana hizo que la República de Weimar nunca lograra consolidarse después de la Gran Guerra.
Durante estos años, los mexicanos hemos aprendido que nuestro voto puede valer, hemos aprendido a ser críticos del Presidente, hemos aprendido a votar por aquellos que den resultados y no por quien nos amenace en quitarnos apoyos, hemos aprendido que es necesario tener contrapesos institucionales y fácticos, hemos aprendido a ver noticieros de más de un periodista soldado del gobierno, a ver el mapa político de muchos colores, hemos aprendido que la verdad institucional difiere mucho de la verdad de nuestras calles.
El pueblo mexicano al que tanto le costó y le seguirá costando acostumbrarse a un régimen democrático, después de 71 años de un régimen de partido hegemónico, no se va a callar ni cruzar de brazos tan fácilmente, no aceptará que bajen del aire a los periodistas críticos del gobierno, no aceptará leyes a medida de la comodidad del ejecutivo y sus aliados, no aceptará que no se respete el mandato ciudadano, no asimilará de buena gana que se apropien de instituciones como la CNDH o el INE; el pueblo mexicano no entenderá que los que ayer fueron villanos, sean ahora héroes y motores de la nación, solamente porque una persona así lo diga.
La transición cultural es mucho más lenta que la transición de régimen, y pasados los años es importante que se entienda que los mexicanos ya nos hemos acostumbrando a decir lo que pensamos, a votar por quien nos complazca y no por quien nos obligue, hemos entendido de la pluralidad política y partidista y con ello hemos entendido que el Legislativo no se subordina siempre al Ejecutivo; hemos entendido que el Presidente no solamente puede recibir críticas sino que debe recibirlas, hemos aprendido que podemos mentir en una encuesta y dar la sorpresa el día de las elecciones, hemos aprendido que un bulto de cemento no condiciona nuestro voto, mucho menos un refresco y una torta; podremos aplaudir con las manos, pero no aplaudimos siempre con nuestro voto.
Los mexicanos ya no nos creemos muertes inesperadas así de fácil, mucho menos creemos que son todos los medios los que mienten, tampoco creemos que los villanos ahora sean héroes.
México quiere seguir creciendo dentro de un régimen lo más democrático posible, México ha entendido que las historias políticas no van de buenos y malos, sino de políticos con bastantes intereses; pero también México y los mexicanos sabemos que si bien existen políticos que quieren alcanzar sus intereses, también éstos tendrán que cumplir los intereses de nosotros los ciudadanos comunes; de los ciudadanos que no necesitamos de un secretario que conteste nuestro teléfono; de los mexicanos que sí andamos sobre la banqueta.