Humanismo como principio de cualquier universidad
diciembre 17, 2019Quiero decir que me resistía a utilizar este espacio para hablar del tema, pues a veces parece que tanta palabra, columna y tweet únicamente provocan ruido, mas nunca diálogo, parece que nos encerramos en nuestras propias ideas, y más que buscar aprender o entender razones queremos ganar discusiones.
También antes de cualquier otro argumento, afirmo que en ningún caso creo ni respaldaré la idea de que el ITAM o cualquier otra universidad tenga la culpa de una depresión o un acto suicida, pues ambos son fenómenos mucho más complejos, que además considero son sumamente complicados de entender y comprender, quizá solo quien(es) lo viven sean capaces de ello.
Sin embargo, los modelos y métodos educativos no deben ser menospreciados ni mucho menos ignorados; ni tampoco debemos pensar que éstos no influyen en un estado de ánimo o mental, o peor aún, en una enfermedad mental, pero, aun así, creo que el tema no debe ser personificado en el suicidio de una alumna, sino en la forma en la cual muchos estudiantes se sienten identificados con ciertos malestares anímicos, efecto del entorno itamita.
En un futuro estoy seguro de que querré que mis hijos sean los mejores, pero mi deseo de que sean los mejores será únicamente para lograr un deseo aun mayor y más importante: que sean felices y se sientan plenos; si no son felices desde el camino, no tiene caso buscar el destino.
Hoy se señala a una universidad, sin embargo, es aún más lamentable que esto no sea propio únicamente de dicha universidad, pues de hecho es un fenómeno que está presente en instituciones no solamente de nivel superior, sino desde la educación básica.
Debemos entender que las exigencias o las peticiones de los estudiantes del ITAM (por lo menos, todas las que yo he escuchado o visto) son sobre el entorno, y las formas en las cuales la institución acostumbra a buscar la excelencia académica, siendo mayoritariamente señalados ciertos profesores, pero también tolerado, a nivel institucional, con el aval muchas veces de coordinadores y directivos.
No he visto a ningún estudiante que se queje o señale que le hacen leer 10 libros a la semana, no he visto a ninguno otro que afirme que le exigen citar de manera perfecta, ni otro que señale que la complejidad de los exámenes de matemáticas sea demasiada. Lo que he visto, a través de redes sociales, son señalamientos a humillaciones, faltas de respeto, intolerancia.
No considero que sea normal (y me gustaría que para nadie lo fuera) que se pida la acta de defunción de la madre para poder justificar la falta; que se le diga a un alumno que primero está la escuela y después los funerales de su padre; que se obligue a una alumna, que aún tiene los parches del hospital, a realizar un examen bajo amenaza de darla de baja; no son normales los comentarios misóginos o xenófobos; no es normal que se prohíba en clase una necesidad fisiológica, casi siempre involuntaria, como lo es estornudar; no es normal que una profesora le diga a sus alumnos que nunca llegarán a tener un doctorado como el de ella; no es normal que haya profesores que presuman en Twitter su taza de reprobados; no es normal lo que sucede en el ITAM.
Aun con el respeto que se merecen opiniones opuestas, poco puedo comprender a aquellos que afirman que únicamente los están preparando para el mundo laboral y/o la triste realidad, y que somos una generación de cristal con poca tolerancia a la frustración. No veo porque se deba de preparar a las generaciones a sufrir las injusticias de un sistema, las faltas de respeto o las humillaciones. En ese sentido, todas las demás instituciones educativas que no permiten ese tipo de actitudes estarían fallándole a la sociedad. De igual manera si eleváramos esa lógica a otros niveles, mejores serían los países que no legislan a favor de los intereses de los trabajadores; mejores serían aquellos países donde no se pagan las horas extra, donde no se dan vacaciones, pues estarían siendo coherentes con las miserias del mundo actual.
Por otra parte, me parece irreal que haya quien piense que hoy los estudiantes queremos las cosas fáciles y con poco esfuerzo, creo que alguien que estudia la licenciatura en una institución de prestigio y pagando altas cuotas, muy difícilmente puede ser catalogado como alguien que no está comprometido con sus estudios o que simplemente lo hace por gusto. Debemos entender, de una vez por todas, que efectivamente la educación universitaria no es cualquier cosa, debemos creer que quien se atreve a hacerla, está consciente de las implicaciones, pero que sobre todo está comprometido por el gusto o el beneficio que le representa; considero, con base en ello, que no existe cabida para decir que son personas de cristal o irresponsables, pero ello no significa que deban soportar un entorno hostil e inhumano. Reitero: los estudiantes comprometidos tendrán quizá que aguantar leer 20 libros a la semana, pero jamás una falta de respeto en ningún ambiente, mucho menos en el universitario.
Las universidades no solamente tienen la obligación de transmitir o facilitar herramientas técnicas o conocimientos para el mundo laboral, ello sí sería una falta de exigencia, pero no hacia los alumnos, sino a las instituciones. Hoy día quien quiera aprender a utilizar un software o un idioma puede acceder a una plataforma virtual; las universidades tienen en primera instancia reconocer la universalidad (tal como su significante lo dice) del individuo y velar por principios humanísticos; son universidades, no son Wikipedia o Coursera.
Es superficial intentar dar solución diciendo que los estudiantes se pueden cambiar de universidad, ello hace ver falta de sensatez, pero sobre todo de comprensión de la realidad y, por lo tanto, de empatía. No busco generalizar, pero muchos de aquellos que hoy señalan a los jóvenes itamitas de tener poca tolerancia, son personas que nunca han hecho nada de provecho por sí mismos, personas que quizá ni han cumplido con los mínimos académicos, y no comprenden cuál es y debe ser la realidad universitaria.
No podemos permitir que las universidades, aunque sean privadas, sean vistas como entes aislados con derecho a todo; las universidades, al tener en sus manos gran parte de la responsabilidad de formación cívica, deben ser sujetos y objetos de interés público.
La universidad –el ITAM o cualquier otra– debe tener altas y grandes exigencias, pues el título universitario no debe ser un papel que se consiga fácilmente, pero siempre una exigencia totalmente incluyente de respeto y visión humanística; si las universidades no siembran semillas de humanismo, nadie más las va a sembrar.
Pero si vamos a hablar de exigencia universitaria, también hay que hablar de las responsabilidades que tienen las instituciones, y si hoy día avalamos a universidades que únicamente transmiten conocimientos profesionales y herramientas técnicas, justamente estamos siendo barcos con ellas, permitiendo que cualquier institución se diga universidad; la responsabilidad y obligación de una universidad también es la formación integral y no únicamente enseñar principios teóricos o fórmulas de resolución de problemas; empecemos así pues a exigir a las universidades el cumplimiento de su deber.
En resumen: que las universidades exijan igual o más en lo académico, pues el grado universitario no debe ser un papel fácil de conseguir para después enmarcar, pero siempre haciéndolo con respeto y principios humanísticos.
Por si acaso, y para que no se malinterprete: en este mismo espacio, en octubre pasado escribía sobre la necesidad de encarecer académicamente los títulos universitarios, de que sea más la educación dada, que los títulos otorgados.