Elecciones en Estados Unidos y Brexit
enero 30, 2020 Desactivado Por La Opinión deLas elecciones presidenciales convocadas para el próximo tres de noviembre en Estados Unidos, cuyo Presidente Donald Trump está inmerso en un proceso de juicio político, y la salida de Reino Unido de la Unión Europea marcarán la agenda del 2020. Dos de las democracias más longevas y estables del mundo se enfrentan a escenarios de incertidumbre que, sin lugar a dudas, tendrán consecuencias en el devenir del orden global.
En Estados Unidos, Trump comienza el año en medio de su juicio político y una crisis con Irán, tras el asesinato del general Soleimani. Estados Unidos vive una crisis política interna y un panorama internacional agitado, reactivando sus conflictos en Oriente Medio. Es inevitable pensar en los costes materiales y humanos que supusieron para el país norteamericano la invasión de Irak y la idea de involucrarse en nuevos conflictos preocupa a la opinión pública, quien comienza a acusar al Presidente de ser incapaz de anticiparse a las consecuencias de sus decisiones.
Por estas y otras razones, 2020 será un año clave tanto para los Estados Unidos como para su Presidente: en las elecciones de noviembre se confirmará si los norteamericanos siguen apoyando el nuevo estilo de liderazgo introducido por Trump o si su extravagante presidencia ha sido únicamente un paréntesis de cuatro años. Dentro del orden global, del resultado de las elecciones dependerá gran parte de la agenda mundial de cambio climático, la relación de Estados Unidos con Reino Unido tras su salida de la Unión Europea, su política regional, las alianzas internacionales o los mercados globales.
Por otro lado, en Reino Unido, el día 31 de enero se inicia el proceso de salida de la Unión Europea, abriéndose un periodo de transición de once meses en el que ambas partes deberán de concretar cuál será su relación futura. Al primer ministro Boris Johnson le corresponderá, durante este año, publicar sus objetivos de negociación, así como aprobar nueva legislación en cuatro áreas clave, hasta ahora reguladas por la normativa comunitaria: inmigración, agricultura, medioambiente y comercio.
Asimismo, deberá de hacer frente a las exigencias escocesas de un nuevo referéndum de independencia y a las consecuencias del proceso para Irlanda del Norte, donde preocupa la idea de una nueva frontera con la República de Irlanda. Pero, ante todo, le tocará liderar un nuevo ciclo político en el que Reino Unido deberá recomponerse interna y externamente. Por su parte, la Unión Europea deberá enfrentarse a la primera retirada de un Estado miembro, un acontecimiento que marca un punto de inflexión en una historia marcada por el crecimiento progresivo de sus competencias y el número de Estados miembros.
Pero, por encima las consecuencias concretas derivadas de dinámica política de ambos países, el nuevo año permitirá comprobar los efectos de un nuevo tipo de racionalidad política difícilmente descriptible en términos probabilísticos. Tanto en la elección de Trump en 2016 como en el inicio del Brexit, la opinión pública y los expertos pronosticaron resultados incorrectos. A partir de ese momento, el devenir político de ambos países entró en una espiral de incertidumbre que puso en alerta al orden global. Tras estas realidades subyacía un fuerte componente emocional que configuró una nueva era marcada por el triunfo del miedo y la xenofobia, el rechazo a los logros de la globalización y el debilitamiento de muchas de las ideas liberales. Ciudadanos descontentos u olvidados por el “establishment” dieron un puntapié al tablero político, apoyando el auge de líderes atípicos y mensajes políticamente incorrectos.
Tanto el sostén al Presidente Trump como el triunfo del Brexit evidenciaron el temor de la sociedad hacia el futuro y la utopía de que ambos países podían recuperar su prosperidad con un nuevo proyecto político. La primera víctima de estos dos procesos ha sido el multilateralismo, ya que las instituciones internacionales han sido acusadas de socavar los intereses nacionales y la soberanía. Se ha desarrollado un discurso crítico contra la globalización que no sólo ha afectado al orden político, sino también al económico, adoptando discursos proteccionistas. En segundo lugar, han fomentado el fenómeno de la desinformación, con olas de bulos y propaganda difundidas en muchas ocasiones por partidarios de Trump y el Brexit. Por último, han incrementado la percepción de incertidumbre y han modificado las reglas del juego, introduciendo nuevas dinámicas. Tanto la política doméstica como las relaciones exteriores de ambos países se han transformado, abriendo escenarios inciertos.
Diferentes analistas discuten sobre si la era Trump o el Brexit han dado inicio a una nueva ola populista. A este respecto, el nuevo año es clave: las elecciones estadounidenses de noviembre y la gestión del Brexit permitirán comprobar si la tendencia se perpetúa en el tiempo o si, después del auge populista gestado en tiempos de crisis e incertidumbre, esta tendencia se diluye. Sea como fuere, ambos acontecimientos han evidenciado problemas estructurales en las democracias occidentales, las cuales se han sostenido durante mucho tiempo sobre la desigualdad de los que se quedaron marginados con la llegada del neoliberalismo.
La posible reelección de Trump y el Reino Unido liderado por Johnson ejemplifican la crisis del consenso neoliberal que Reagan y Thatcher pusieron en marcha durante la década de 1980. Los votantes han optado por liderazgos fuertes que ofrezcan alternativas a las políticas de austeridad derivadas de la crisis y políticas multiculturalistas superficiales que esconden problemas identitarios. En este contexto, el 2020 es un año decisivo para la agenda global en el que las políticas de Estados Unidos y Reino Unido no sólo afectarán a su agenda exterior sino al orden global y a la manera de articular el juego político.