Desinfovirus, retorno al futuro y reivindicación del conocimiento
marzo 29, 2020“En el hombre hay más cosas dignas de admiración
que de desprecio”
Albert Camus, La peste.
El mundo contemporáneo se rige por un rumbo incierto y volátil que, en su maremágnum, tiende a perder sentido ante nuestros ojos y parámetros mentales. La instauración de esta era de la incertidumbre, no sólo dinamitó aquello que considerábamos como dado y seguro, sino que también arraigó incredulidad y descrédito respecto a la ciencia. Como parte de este síndrome de la desconfianza –que es, en sí, una desconfianza hacia “el otro”–, se impusieron los demagogos que masacran y trivializan la palabra, y que se tornan vendedores de humo desde las cavernas de la reacción o del progresismo, aún sin ser especialistas en casi nada más que la calumnia y la intriga.
Este negacionismo –financiado, sobre todo, por la decadente industria petrolera– es una especie de desprecio hacia el conocimiento razonado, sistematizado y riguroso, que lo mismo proviene de las clases dirigentes, que de los sectores populares, en sus afanes por trivializar la verdad. El fundamento de esta actitud displicente es el arribo de un mundo postfactual, regido no por los hechos susceptibles de contrastación y confirmación, sino por el resorte de las pulsiones y emociones más primitivas de los individuos. El mundo fenoménico da paso a los llamados “hechos alternativos” (los “alternative facts” de Kellyanne Conway, consejera presidencial de Donald Trump) que encubren la mentira y el engaño maniqueista.
El rumor y la mentira tornaron al conocimiento en un objeto de desprestigio y de un desdén posmoderno que crucifica y lapida la razón y toda posibilidad de certeza. Subsumido al individualismo hedonista que traza, desde la burbuja del narcicismo privado, los contornos de su propio mundo a medida, imagen y semejanza, el conocimiento es sitiado, lo mismo por comentócratas, que por ocultos líderes del rumor y el miedo que pululan en la plaza pública digital.
En esta juerga que opaca la luz de la razón, se encubre que las epidemias en el mundo contemporáneo son una responsabilidad compartida, colectiva o antropogénica, pues no ocurren al azar, de manera fortuita o casual, por accidente o por mandato y castigo divino. Somos sociedades y seres interconectados por la intensidad de las relaciones sociales y su desanclaje de los espacios locales. Y ello acerca los problemas públicos que se suscitan al otro lado del planeta.
La actual emergencia sanitaria provocada por el SARS-CoV-2, es parte de un cambio civilizatorio que rompe con el falso confort y mediante el cual nos enteramos, como humanidad, que es imposible imponerle nuestros tiempos y deseos a la naturaleza. La angustia nos enfrenta a la desilusión generada por la sensación de que no poseemos –tal como lo creíamos– el control sobre todo lo que nos rodea. El síndrome de la desconfianza pronuncia más ese abismo; al tiempo que rompe el sentido de comunidad y nos aleja de “el otro”.
Vivimos tiempos de tergiversación semántica, en la cual predomina una erosión y destrucción del sentido y significación de las palabras. Si el conocimiento y la experiencia son devaluados, se entroniza el prejuicio, la falsedad y la emoción pulsiva por encima de la razón informada. Más aún, la autocomplacencia ante la ignorancia tecnologizada, se impone ante el conocimiento y el razonamiento precisos que revelan nuestras flaquezas. Por ejemplo, se da por hecho incuestionable que el coronavirus es el causante de la crisis económico / financiera global que se augura y ya se cierne en el mundo; sin embargo, un virus no pone en predicamento al capitalismo sólo porque sí, sino que éste ya padecía una esclerosis o una enfermedad endémica y terminal: el fundamentalismo de mercado y su incapacidad para inaugurar nuevos mecanismos de acumulación de capital. Ascendido al piso de terapia intensiva, este capitalismo rentista y especulativo, no saldrá del coma inducido y de su fase de contagio ni con los cuantiosos recursos presupuestales canalizados desde los Estados hegemónicos.
Con el confinamiento forzado no sólo se rompe el sentido de comunidad, sino que se extienden exponencialmente los abismos entre el Estado inoperante y la sociedad en urgencia. Roto el pacto social entre el Estado, el capital y la fuerza de trabajo, suscrito durante la segunda posguerra, y erosionados los mecanismos tradicionales de intermediación social –como el sindicalismo y los partidos políticos–, el individuo quedó a expensas del mercado y de sus dispositivos de control social. Sus derechos sociales –como la atención sanitaria y la seguridad social– mutaron, con el fin de ese pacto, en servicios mercantilizados. Y, en ese contexto, la desconfianza y la sospecha no sólo atizan el miedo, sino que fragmentan la comunidad y agrandan las garras coercitivas del aparato estatal.
La pandemia del coronavirus COVID-19 evidencia varias certezas: en este cambio de ciclo histórico para la humanidad, todo dejará de ser igual a como lo fue antes del brote epidémico. Pero no ocurrirán estas transformaciones epocales porque el virus las gestase, sino porque desde hace décadas se perfilaban tendencias sistémicas (recurrentes crisis económico / financieras; endeudamiento; lucha por los recursos naturales y la transición energética; cambio climático y degradación terminal de la naturaleza) que se aceleran, acentúan y agravan con la pandemia.
Que la naturaleza se muestre implacable en sus reacciones, es también una certeza que no debemos darnos el lujo de ignorar o negar como humanidad. Menos aún cuando el vigente patrón de acumulación se fundamenta en la expoliación y destrucción ambiental, rompiendo con toda posibilidad de equilibrio en los ecosistemas. En esta lógica donde priva la obsolescencia tecnológica programada, el fetiche de lo material es elevado por el consumismo al Olimpo de los incuestionables dioses del mercado. Pero esta (in)satisfacción efímera e ilimitada, es justo la que agudiza la contradictoria relación sociedad / naturaleza.
De golpe, una epidemia global se postra ante nosotros y desafía nuestros sentidos. Sustraídos de nuestra virtualidad cotidiana, esta generación se enfrenta, tal vez por vez primera, al carácter real y letal de la misma realidad que nos abruma, pero que deambula soterrada, silenciada y encubierta por los dispositivos electrónicos que tornan irreales y sinsentido a los hechos y su entorno.
A su vez, la histeria colectiva, las noticias falsas o la desinfodemia, la conspiranoia y el racismo, se conjugan y hacen de la praxis política un espectáculo y una parodia. El debate de ideas y la valoración de posibles escenarios alternativos de mejora, son diluidos por la ignorancia tecnologizada y la denostación del conocimiento razonado.
Esta pandemia tiene su correlato en la magnificación y diseminación de la superexplotación tecnocapitalista, la desigualdad social y la vulnerabilidad entre las familias y los individuos. Principalmente, la privatización de los servicios sanitarios y la flexibilización y precarización de las relaciones laborales, informalizaron y desprotegieron a la fuerza de trabajo nativa y –sobre todo– migrante. Ello, al calor del “austericidio”, fue el correlato del ataque a los Estados de bienestar en el norte del mundo y a los Estados desarrollistas en regiones como la latinoamericana. Los sistemas de salud –en tanto sistema inmunológico de una sociedad– fueron erosionados sistemáticamente bajo el imperativo de la disciplina fiscal.
Más que el conocimiento, es la mentira derivada del rumor (las compras de pánico como falsa seguridad; el prejuicio como práctica cotidiana), la que dispone las condiciones para la gestación del miedo y el inmediato disciplinamiento y control del cuerpo y la conciencia. Si a los seres humanos, en esencia gregarios, se les aísla y atomiza, mayor será su sensación de vulnerabilidad y psicosis tecnificada. De allí al “sálvese quién pueda”, existe un corto paso que nos conduce al abismo. A su vez, este individualismo tiene implícita la desigualdad respecto a la pandemia; sea en las posibilidades de los individuos para su tratamiento sanitario o en las condiciones materiales para atemperarla y enfrentar el confinamiento. Los grandes perdedores serán, una vez más, los desempleados, los homeless, los sin seguro médico privado y los pobres, que deambulan –como en la pintura Fondos congelados de Diego Rivera– en el inframundo del capitalismo.
Una suerte de epidemia de generalizada psicosis, coloca a los individuos y sociedades en la zozobra, la incertidumbre, la soledad y la tristeza. Se obvia que el estacionamiento económico tocó fondo desde hace tiempo y no existen márgenes del capitalismo para una nueva fase expansiva. El mito del crecimiento ilimitado tiene como condicionante la destrucción de la naturaleza y la imposibilidad de extender la mercantilización fuera de la vía láctea; en tanto que el estancamiento se cierne como una verdad revelada que eclipsa el paralelismo entre placer y consumo. Otras formas de organización social estamos obligados a construir, antes de que la humanidad sucumba ante la bola de nieve del colapso ambiental y (des)civilizatorio.
El virus cognitivo –o, mejor dicho, virus anticognitivo– que marcha a la par de la expansión de la pandemia, irradia significaciones que subsumen la razón y anteponen los instintos primarios: la resignación se impone y suplanta al futuro; la mentira a la verdad; el rumor al conocimiento razonado; la acumulación desmedida a la necesidad; el miedo a la libertad; la incertidumbre a lo previsible. La muerte se impone como desafío último de la especie humana. Y si existe peligro de muerte, este virus cognitivo –apoyado por los dispositivos tecnofinancieros y comunicacionales– entroniza la noción de un Estado biotecnototalitario de excepción que garantice, a cualquier coste, la preservación de la integridad física, aún a expensas del control e inmovilización de los cuerpos y la instauración del etnonacionalismo supremacista, xenófobo y neoaislacionista.
En momentos de crisis sistémica, la primera víctima masacrada por los cañones y balas del rumor y el miedo, es la verdad y el conocimiento reposado. De esta crisis sanitaria, puede despuntar una nueva narrativa de miedo patológico hacia el cuerpo de “el otro”, signado por el aislamiento, la amenaza y la vulnerabilidad imaginaria que lapida la experiencia y lo observable. La lucha contra esta narrativa sólo podría fraguarse desde el conocimiento razonado y sistematizado, que suprima la resignación y nos retorne al futuro como posibilidad para la construcción de escenarios alternativos. Más que una “dictadura de bata blanca” y el cerco policíaco / militar, lo que precisan los tiempos actuales es la convergencia de especialistas procedentes de múltiples disciplinas científicas que hagan valer su voz y conocimientos, sin sujetarse a intereses creados. Ello se correspondería con una renovada cultura ciudadana que reivindique a la praxis política como arena para la construcción de soluciones ante los acuciantes problemas públicos.
Isaac Enríquez Pérez
Twitter: @isaacepunam
A la sociedad veracruzana,
Por medio de la Presente queremos extenderles un cordial saludo y nuestro apoyo en
la situación de contingencia sanitaria que estamos viviendo, algunos en enfermedad de
COVID-19 por SARS-COV-2 en nuestro país, que pese a los desacuerdos sociales con
respecto a las políticas del Gobierno Nacional, debemos permanecer juntos y como
Nación poder fortalecernos para salir adelante.
En Mexico UAV Reality Cature, Drone Veracruz, tenemos equipo de impresión 3D y material
para poder realizar la producción de equipos, hemos comenzado desde el día 28 de
Marzo de 2020 la fabricación de mascarillas de protección facial por medio de mica de
plástico transparente para la debida protección de personal de instancias de salud pública,
hospitales y clínicas como el IMSS, ISSSSTE y PEMEX, a los cuales hemos trabajado
con nuestra única máquina de impresión 3D las 24 horas, siendo que en 7 días llevamos
producidas 84 mascarillas, la capacidad de producción es de 12 al día con 1 impressora
El día 3 de Abril hicimos la entrega de este material en modalidad donación personal
de salúd pública que trabaja en estas instituciones, sabemos que ha sido poco pero ha
sido con mucho esfuerzo y dedicación, por ello, hacemos un llamado a los medios de
comunicación locales, estatales y nacionales a invitar a todo aquel que posea una impresora
3D, sin importar si es chica o grande, para que comencemos a elaborar más y
poder apoyar al personal de salud que sta trabajando de manera saturada y sin la debida
protección que merecen, ya que ellos también tienen familia, cuidan de los suyos y
trabajan la mayor parte del día en cuidar a los enfermos.
También hacemos un llamado a la sociedad en general, a que aporte en la medida de
sus posibilidades un granito de arena, que nos permitan poder seguir con esta labor pero
que también necesitamos de apoyo más que nada en material, ya que hasta hoy hemos
absorbido todo costo, con todo gusto lo hemos hecho, pero estamos llegando a un punto
donde se agota el material existente y necesitamos adquirir más, y si bien se suman más
impresores será de mayor demanda del mismo.
En Mexico UAV Reality Cature, Drone Veracruz, estamos comprometidos con la sociedad
veracruzana en poder apoyarles, nuestra familia reside aquí y queremos seguir viviendo
y gozando de esta gran Ciudad y Estado.
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Descarga los archivos:
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Andres Bustillo
Oficina: +52 (229) 150-3950
Andres.Bustillo@mexicouav.com
http://www.mexicouav.com
Ayúdame a compartir!
Buscamos impresores 3D que quieran aportar voluntariamente estas máscaras/pantallas protectoras.
ESTAMOS DONANDOLAS! HEMOS ABSORBIDO TODOS LOS COSTOS HASTA AHORA. NO VENDEMOS, NO COBRAMOS, COMPARTIMOS LOS ARCHIVOS PARA QUE PUEDAN APORTAR TAMBIÉN.
Tenemos el archivo para si descarga en nuestra página, simplemente lo descargan u ponen a trabajar sus impresoras, lo qué hay que considerar es comprar la mica, se está ocupando mica transparente comprada en la papelería Papel. También se puede ocupar portadas de engargolarlos transparentes aunque están agotadas en papelerías.
Esta protección ha sido probada y aprobada por diferentes instituciones de salud en Estados Unidos, España, Italia, China, entre otros. Quienes más han sufrido esta pandemia…
UNIDOS HAREMOS MÁS!
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Oficina: +52 (229) 150-3950
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