COVID-19: un llamado a ser vulnerables
junio 10, 2020“La vulnerabilidad no se trata de ganar o perder:
es tener la valentía de actuar
a pesar de no tener control sobre el resultado”
Brené Brown, escritora y académica
Nadie que aún habite este planeta en estos tiempos se había enfrentado a un desafío tan grande como la pandemia del coronavirus. Ni los grandes avances científicos obtenidos en las últimas décadas ni la evolución tan veloz de la tecnología nos prepararon para una amenaza tan enorme como la de COVID-19, que, sin duda, conforma una realidad que nos ha rebasado a millones y millones de personas alrededor del mundo.
Nos encontramos a seis meses de que toda esta crisis sanitaria comenzara en Wuhan, China, y aunque la realidad nos ha querido empujar a cobrar conciencia de nuestra propia vulnerabilidad como seres humanos, pareciera que nos resistimos a ella, una, y otra, y otra vez. Puede ser que al principio estuviéramos en un estado de shock y de alerta máxima, al atestiguar cómo el efecto dominó de los contagios se replicaba continente a continente, país a país, como una gran ola negra.
Las dolorosas escenas de muerte y pérdida que veíamos en Europa y Estados Unidos terminaron por alcanzar también a México; y, en su momento, parecía que había un gran esfuerzo de nuestra parte por ser más empáticos, porque quizá nos podría tocar a nosotros o a nuestros seres queridos. Sin embargo, conforme la pandemia ha avanzado, pareciera que esa capacidad de sentir empatía se disuelve: poco a poco, las cifras de muertos no son más que números que se actualizan día con día de manera rutinaria, ya no son vistas como personas con historias fascinantes de vida de las cuales aprender.
Aunque, al principio, estuvimos invitados a confrontarnos con el dolor ajeno para poder evaluar nuestra propia condición humana individual y proteger a los nuestros, hoy huimos de nuevo para no sentir, porque es casi instintivo querer voltear la mirada hacia otro lado, para anestesiarnos de una situación que, quizá, nos pueda dar respuestas productivas sobre nuestra propia vida: me refiero a permitirnos ser vulnerables.
Abrirle la puerta a la vulnerabilidad es lo opuesto a lo que muchos consideran como debilidad. No, no se trata de ser débiles: por el contrario, significa valentía y sensibilidad. Theodore Roosevelt, el vigésimo sexto presidente de Estados Unidos, decía: “Los méritos pertenecen a quien se encuentra en la arena, en el cuadrilátero, con el rostro lleno de polvo, sudor y sangre; a quien se fuerza valientemente, que erra, y aunque quizá conozca el triunfo de los grandes logros, si llega a fracasar, el menos lo hace con gran osadía”.
Debemos perder el temor a sabernos y expresarnos vulnerables, a atrevernos a arriesgarnos. Al colocarnos una armadura por el resto de nuestra existencia, lo único que lograremos es transitar un camino por el que, probablemente, nadie, nunca, ni siquiera nuestros seres más cercanos, nos haya conocido del todo: nuestros gustos, nuestros sueños, nuestras risas, nuestras lágrimas, nuestros miedos, nuestros tropiezos, nuestras luces y nuestras sombras. Con todo y su peligrosidad, con toda su amenaza y dolor inexplicable, la COVID-19 también llegó para recordarnos que vivir a plenitud implica una elección entre la valentía o la comodidad, entre el sentimiento o la indiferencia, entre el ahora o el nunca.
Bernardo Ramírez López
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Imagen: Pete Linforth / pixabay.com