La rebeldía de los gobernadores

La rebeldía de los gobernadores

junio 18, 2020 Desactivado Por La Opinión de

La crisis económica y sanitaria no sólo ha evidenciado las debilidades estructurales del país, sino que también ha servido para recordar las complejas relaciones de poder que se dan en su interior. Así, mientras que el presidente Andrés Manuel López Obrador trata de hacer frente a la delicada situación que atraviesa la República, se abre un nuevo frente: la oposición a sus políticas de algunos de los gobernadores.

Por casi todos ya es sabido el protagonismo que esta figura alcanzó tras el año 2000. Con el fin de la hegemonía del PRI, los gobernadores comenzaron a dividirse el poder y a tener fuerza propia. Heredaron muchas de las capacidades del llamado “presidencialismo mexicano” y empezaron a ejercer un poder efectivo, tanto sobre su partido como sobre el territorio en el que desempeñaban el cargo. Fundamentalmente, vieron aumentadas sus capacidades en dos sentidos: primero, pasaron a poder ofrecer apoyos al Ejecutivo federal a cambio de mayor presupuesto, y, segundo, el federalismo fiscal les blindó frente a inferencias directas de la Presidencia. Todo ello les dio mayor capacidad de negociación, ya que, buscando gobiernos estables, los presidentes de turno han perseguido llegar a acuerdos con los gobernadores, quienes suelen controlar las decisiones de sus legisladores en el Congreso de los Diputados y en el Senado.

En las últimas dos décadas, los gobernadores se han convertido en hombres fuertes y así también lo han demostrado durante la pandemia. La última línea de fractura ha sido la estrategia de gestión y salida de la emergencia sanitaria, con un gran número de gobernadores adoptando políticas propias al margen de las directrices ordenadas por el Gobierno federal. Para algunos, esta manera de proceder responde a la búsqueda de una mayor eficiencia, adecuando las políticas a las realidades locales; para otros, es el reflejo del desgobierno y ausencia de una política nacional efectiva por parte del gobierno federal. Para muchos, algo previsible y, hasta cierto punto, inevitable. Y es que la falta de unidad y las disidencias no son sólo fruto de la pandemia. Desde la llegada a la Presidencia de López Obrador, la relación con los gobernadores no ha sido todo lo armónica que debiera. Algunos se oponen a participar en las reuniones de seguridad, otros no aceptan formar parte del nuevo sistema de salud, varios reivindican la necesidad de reformular las reglas para el reparto de impuestos e incluso algunos ponen sobre la mesa revisar el pacto federal.

Estas posturas, además de cristalizar las discrepancias entre el Ejecutivo federal y gobiernos estatales, también revelan una estrategia política que debe encuadrarse dentro del escenario electoral de 2021. Tomando en cuenta que los gobernadores que se han opuesto con mayor firmeza al presidente han obtenido una mejor valoración por parte de la opinión pública, no sería descabellado pensar que quizás algunos de estos líderes regionales estén considerando reforzar su imagen y proyectarse en la esfera federal. Esta posibilidad ha sido tomada en cuenta por el propio presidente, quien no ha dudado en señalar que los gobernadores opositores lo que en realidad persiguen es culpabilizar al Gobierno federal para obtener rédito electoral.

La tensión está servida y por ambas partes, tanto el presidente como los gobernadores, existe cierta intención de politizar la crisis sanitaria. Este interés legítimo por ganar elecciones y ocupar el poder puede resultar, no obstante, problemático, en un momento tan delicado para el país. Ahora más que nunca es necesario poner en marcha todos los mecanismos de coordinación y cooperación entre los diferentes niveles de gobierno. La necesidad de expandir las redes de protección, los planes de reconstrucción económica y la proyección internacional de México difícilmente llegarán a buen puerto si sus élites concentran la mayor parte de sus esfuerzos en una lucha encarnizada por demostrar quien lo hace mejor o peor.

Denunciar errores, sí. Proponer alternativas responsables, también. Presionar a la Presidencia para que actúe diligentemente, siempre. Pero saquemos lecciones de esta pandemia y ordenemos prioridades. Lo más importante en este momento es concentrar todos los recursos en ocuparse de gestionar los efectos de la pandemia. Aprovechemos las ventajas que ofrece un sistema federal para adecuar las estrategias a los contextos específicos, sin olvidarnos de que las 32 entidades federativas forman parte de un mismo país. En un contexto tan globalizado como el actual, es necesario un Estado fuerte. Hagamos oposición al presidente cuando sea pertinente, pero no antepongamos la contienda política a la necesidad de generar recursos, estrategias y mecanismos de cooperación en un contexto tan delicado como este. Hay un momento y un lugar para todo. Política sí, politiquería por cualquier de las partes… no, gracias.

Mélany Barragán
Twitter: @MelanyBarragan7


Fotografía: Conago

Réplicas