La encrucijada ciudadana (parte I)
marzo 12, 2021Cada día resulta una labor compleja, en el tema de políticas públicas, el involucrar de una forma propicia a la ciudadanía en el desarrollo de las mismas incluso en el proceso de toma de decisiones.
Dicha situación nos lleva, incluso, a repensar si la democracia representativa, léase aquella en la que estamos, dónde los representantes populares son el poder Legislativo, realmente es funcional, en especial en un escenario dónde los vicios del presidencialismo siguen más que vigentes.
Mientras que por otra parte tenemos la nula cultura de involucrarnos en los asuntos públicos, esto debido a diversos factores, en el que uno de ellos sería simplemente como sociedad no somos propensos a llegar a la democracia deliberativa, esto es participar de manera constante en la toma de decisiones, dado que hay cierto nivel de información. Este último punto es complicado, ya que constantemente estamos ante una infodemia, es decir un bombardeo masivo de información en los medios-redes sociales en el que no toda la gente puede discernir de la veracidad de lo que lee o se entera en estos canales informativos.
Sin embargo, no todo se ha perdido, hoy en día las administraciones públicas han buscado, a través de diversos modelos de gestión gubernamental, involucrar a sus gobernados en mecanismos de participación ciudadana. Si bien las experiencias que se han construido han sido desde las instancias gubernamentales, académicas, así como la sociedad civil, el poder entrar a esta inercia, a pesar de los grandes avances, de actores externos al ámbito gubernamental fijando criterios en la acción o quehacer del Estado todavía es incierto.
Hoy en día los gobiernos locales (en estados y municipios), mantienen una dinámica en la que si acaso existen consejos y observatorios ciudadanos, estos tienen una actividad constante pero a veces poco difundida, simplemente por la desconfianza persistente tanto en la sociedad como los medios de comunicación, aunado a que la parte gubernamental sigue persistente en ver estos espacios como manipulables por ellos o en un aval de legitimar su acción más que un esquema en que la sociedad o sectores de la misma validen su desempeño.
Todo esto se resume a la falta de cultura, no nos gusta ser evaluados, en muchos casos la evaluación en el sector gubernamental es bastante subjetiva, sigue imperando el criterio del “compadrazgo”, por encima del mérito. Basta ver el panorama actual con temas como el INE, Inai y la ASF, en que teniendo ese carácter autónomo el poder político desconfía de ellos, ninguneando su labor, procurando su desaparición si es posible.
Gildardo Ledesma
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Imagen: Gerd Altmann / pixabay.com