Más allá de la ruta política: El País
julio 18, 2022Las grandes democracias del mundo se han consolidado gracias al establecimiento y el respeto de las instituciones públicas y sus leyes, que, gracias al diálogo permanente entre los políticos, han permitido su desarrollo, frente a la legitimidad de sus representados.
La historia política mexicana nos enseña que cuando algún gobierno en turno no goza le legitimidad, o bien de credibilidad, éste se muestra más abierto al diálogo e incluso en reciprocidad de ideas con la oposición, para construir o mejorar instituciones. Por ejemplo, el gobierno del presidente Salinas de Gortari, que, tras la cuestionada la elección de 1988, su gobierno permitió a la brillante generación política de la oposición de ese momento (PAN y PRD), el sentar las bases de lo que hoy es el INE.
El monocandidatismo de José López Portillo, en las elecciones de 1982, abrió paso a las ideas del brillante político veracruzano don Jesús Reyes Heroles, que permitió brindarle a los partidos de izquierda su legalidad jurídica, en la competencia electoral. Del mismo modo, tras la cerrada elección del 2006, las leyes electorales se fortalecieron para brindar certeza.
La excelsa e infravalorada reforma política del 2014, creada por el Pacto por México (PAN, PRI y PRD), trajo como resultado el pluripartidismo político del momento y permitió que el entonces Movimiento de Regeneración, hoy Morena, se insertara dentro del marco legal, pero sin lugar a dudas su aportación principal fue la de poder establecer la normatividad para crear gobiernos de coalición en un futuro.
Sin embargo, a diferencia de los gobiernos que gozan de poca legitimidad o credibilidad, caso contrario son aquellos que tuvieron o que aún mantienen el respaldo popular y que, con base en esa creencia o presunción política, en la mayoría de las ocasiones no construyen, ni escuchan aquellos que difieren de la aplicación o la creación de leyes o política pública. Incluso, cuando un gobierno se convierte en peligroso, cuando ya ni siquiera escucha ni atiende a la ciudadanía que los ha elegido.
Es con base en la reflexión anterior, que la ciudadanía debe aportar mucho y no esperar nada o poco de ninguna promesa o esperanza de algún político que promete demasiado, y debe ser precisamente desde las instituciones gubernamentales que se exija la aplicación de las leyes, desde los organismos autónomos y la sociedad civil, dar el seguimiento preciso de la ejecución y gasto de la política pública, así como de su impacto social.
Mientras que desde los partidos políticos, principalmente de la oposición, deben funcionar como verdaderas escuelas de ciudadanía y no monopolizarse en su interior, así como atender a aquellos grupos ciudadanos organizados que traen consigo excelentes iniciativas. Tal es el caso de aquellos grupos que proponen la segunda vuelta política y principalmente el de establecer elecciones primarias al interior de los institutos políticos.
Ante la práctica no formal de las elecciones primarias, es decir, aún no contempladas como tal en la ley, pero de forma bien organizada y velada por la autoridad electoral, la oposición mexicana se convertiría automáticamente en una opción atractiva para el electorado, más competitiva frente al oficialismo y, de paso, desahogaría la presión interna y su posible fractura al no lograr acuerdos en su forma tradicional de elección de su candidato presidencial.
La idea es buena, pero ojo con el caer en excesos y copiar la idea, como tal, a tinta y papel, ya que como varios advierten que copiar el modelo “gringo” no puede salir del todo bien, ya que nuestra sociedad difiere en muchas cosas de la cultura política norteamericana y viceversa.
Alejandro Villafuerte
Twitter: @VillafuerteAle_