La mayoría absoluta de Morena
septiembre 24, 2018Morena se convirtió en mayoría absoluta en la Cámara de Diputados con una bancada que hasta el momento llega a 256 legisladores,[1] lo cual representa el 51% de la cámara. En el constitucionalismo mexicano, “todas las votaciones se verificarán por mayoría absoluta, a no ser en aquellos casos que la Constitución y este Reglamento [para el Gobierno Interior del Congreso] exigen las dos terceras partes de los votos”.[2] Esto significa que durante los próximos tres años, la bancada de Morena puede aprobar por sí sola cualquier iniciativa, incluidas Leyes Generales y el Presupuesto (anual) de Egresos de la Federación, y en teoría tendría que negociar con otras fuerzas políticas solamente para hacer reformas a la Constitución que requieren de una mayoría calificada de 66% más uno. Dado que este fenómeno es nuevo en nuestra historia democrática –aunque no para los mexicanos, pues fue la constante en el antiguo régimen hasta 1997–, me parece importante analizar ¿cómo ocurrió? y, en la siguiente entrada, ¿cuáles son sus implicaciones?
Una vez que el Instituto Nacional Electoral (INE) validó las elecciones pasadas, se distribuyeron las doscientas curules de representación proporcional o plurinominales entre las distintas fuerzas políticas, sumándose a los diputados que fueron votados el 1 de julio por mayoría relativa (85 Morena, 41 PAN, 38 PRI, 12 PRD, 11 PVEM, 10 MC y 3 PT); con lo cual, Morena obtuvo una representación de 191 diputados por medio de la voluntad popular de los mexicanos.[3] No obstante, en poco más de mes y medio de que iniciaran sesiones los diputados, 65 de ellos renunciaron a sus partidos para incorporarse a la bancada de Morena. En otras palabras, más de una décima parte del Congreso (13%) representa a una opción distinta a la que nosotros, sus electores, quisimos –en menor medida, lo mismo sucedió en el Senado con 4 legisladores.
Esto me parece relevante porque actualmente vivimos un ambiente de desafección política y una pregunta lógica que podría hacerle cualquier ciudadano a estos legisladores es: ¿cómo esperar que representes mis intereses y me rindas cuentas si no pudiste respetar el carril que escogí para que te movieras? Igualmente, es importante señalar que Morena asume un costo por incongruencia, asociado a que basó su plataforma electoral en las ideas de que los políticos no representan al pueblo, que las decisiones deben seguir métodos de consulta popular y que se terminarán los acuerdos por debajo de la mesa. Ciertamente esto no es suficiente para afirmar que traicionaron al pueblo o que son corruptos; al final son políticos, se espera que engañen o intenten engañar. Y aunque se quisiera hacer el caso, esas ideas son abstractas, no hay cómo medir ni operacionalizar que nos estén tomando en cuenta por lo cual estas cuestiones recaen en el campo de la percepción general. Y justo porque recae en la percepción, me interesa anotar que Morena levantó altas expectativas en cuanto a una nueva forma de hacer política, con apego a principios y representación real de los intereses ciudadanos, y ahora que está en el poder tiene el reto de gobernar distinto y hacerlo evidente y comprobable.
Asimismo, ante este problema de representatividad cabe destacar la indiferencia en la opinión política. En la clase política la pasividad, más allá de comentarios aislados y a título personal la oposición no se pronunció al respecto: el PAN no se posicionó en torno a los principios democráticos; el PRI no recriminó al Verde, su aliado histórico, haber cedido los 5 diputados para que Morena consolidara la mayoría absoluta (252 diputados en su momento). Sin embargo, me sorprende más la cobertura de los medios de comunicación donde se decidió informarnos del “chapulineo” de los legisladores hasta que Morena consiguió la mayoría absoluta en el contexto de una negociación con el Partido Verde para que Manuel Velasco mantuviera la titularidad de dos cargos de elección popular, como Senador con licencia y Gobernador de Chiapas, por los meses que aún le quedan a su mandato. Es decir, nos comunicaron que esto estaba pasando 56 diputados después, y de éstos no supimos ni una mera narración de los hechos, no hay una lista, no sabemos quiénes son, sólo que provienen del PES y el PT, que fueron en coalición con Morena.
En la coyuntura del pacto con Velasco, los comentaristas críticos muestran su indignación, como Jesús Silva-Herzog que escribe “La representación política se trata como mercancía, no como un pacto de lealtad con los votantes. Así lo proclaman orgullosamente: vendimos diputados”,[4] pero no dijeron algo antes ni han dicho nada después, que otros 4 diputados del PT hicieron lo propio. Hay que entender que ese es el estado de nuestra opinión política, carente de propuesta, reactiva, en la cultura de la agenda y la noticia semanal. Por su parte, otros comentaristas como Pepe Merino decidieron hacer una defensa de la lógica pragmática del poder: “¿Cómo? ¿Hubo negociaciones en un espacio… de negociación? ¿Cómo? ¿La negociación dejó satisfechos e insatisfechos?”.[5] Esto es deplorable, en una democracia seria los políticos hacen sus propias explicaciones, se espera que ellos sean quienes se justifiquen. En resumen, todos parecen estar muy cómodos.
[1] Jesusa Cervantes, “Morena suma 4 diputados del PT y queda con 256 legisladores”, 5 de septiembre de 2018, https://www.proceso.com.mx/549820/morena-suma-cuatro-diputados-mas-del-pt-y-queda-con-256-legisladores (consultado el 20 de septiembre).
[2] Artículo 158, Reglamento para el Gobierno Interior del Congreso General de los Estados Unidos Mexicanos.
[3] Santiago Igartúa, “El INE confirma ‘aplanadora’ de Morena en el Congreso de la Unión; cosecha 191 diputados y 55 senadores”, 23 de agosto de 2018, https://www.proceso.com.mx/548164/el-ine-confirma-aplanadora-de-morena-en-el-congreso-de-la-union-cosecha-191-diputados-y-55-senadores (consultado el 20 de septiembre).
[4] Jesús Silva-Herzog Márquez, “El bautizo del cinismo”, Reforma, Ciudad de México, 10 de septiembre de 2019 (sec. Opinión).
[5] @PPmerino, twitt, 4 de septiembre de 2019.