Creo en ustedes
octubre 11, 2018Sergio Arellano Ramos
La participación de las juventudes, en la vida pública del país, comienza durante el brote de los ideales revolucionarios; aguerridos, fervientes y con ganas de instituir un México orgulloso de sus raíces. Oradores y debatientes; generaciones de literatos con una alta selección de títulos al alcance, se respira un aire de cultura. Discursos ilustrados y bien fundados, fueron el atractivo de la que podemos denominar “época de oro” del saber nacional, ello alrededor de la mitad del siglo XX.
El primer prócer mexicano en ofrecer voz y voto a las masas de promesa futura fue el expresidente Miguel Alemán Valdés, con la creación del Instituto Nacional de la Juventud Mexicana; la institucionalidad unía a sus filas a todos aquellos interesados en asuntos políticos y de trascendencia ciudadana.
El partido dominante, así como ofreció un lazo entre el gobierno y los jóvenes para infundir la libertad de expresión, ató la soga para asfixiar la palabra de un centenar de universitarios. Recientemente conmemoramos la lucha de los valientes que fueron privados de la vida y de su libertad en el movimiento estudiantil de 1968; pudieron amedrentar, pero la esencia de la oposición razonada basada en lo justo, sigue presente sin importar la época.
Los derechos de la comunidad deben ser preponderantes ante la óptica gubernamental, el abuso y la represión del régimen de Gustavo Díaz Ordaz y Luis Echeverría, invita a hacer una reflexión sobre el curso de la historia y el aporte personal para la construcción de la misma.
Cuando nuestros descendientes pregunten sobre el papel y posicionamiento que tomamos ante los acontecimientos de polémica, ¿cuál será la respuesta? Participamos activamente o simplemente dejamos pasar la noticia con un comentario superfluo.
Afuera, en el mundo exterior, yace la marginación, el desempleo, la inequidad, el delito, la falta de educación, los valores perdidos y la ausencia de principios. Parte de la oleada del cambio se encuentra en los niños y adolescentes que salen de sus casas a temprana hora para llegar al colegio, está en los que piensan que la meritocracia debe ser la luz en el sendero de los favores y el privilegio; en los voluntarios de la caridad y grupos de ayuda a sectores vulnerables, en aquellos que creen que la buena voluntad y la enseñanza axiológica deben guiar el caminar del México del porvenir; por eso, yo creo en los jóvenes.