La filosofía de la cuarta transformación

La filosofía de la cuarta transformación

marzo 21, 2019 Desactivado Por La Opinión de

La nueva administración, que entró en funciones el pasado 1 de diciembre, resulta ser una novedad y en teoría, por lo pronto, un nuevo paradigma por ser el primer gobierno que dirige el rumbo del país con una ideología de izquierda, ha pronunciado en reiteradas ocasiones que se tratará nada menos que de la cuarta transformación del país; la primera de ellas fue con Miguel Hidalgo en el movimiento por la Independencia de México, la segunda con Juárez y las Leyes de Reforma y la última transformación con Madero y la Revolución Mexicana; sin embargo, cada una de ellas tuvo no solo características per se, sino que se mostraron como una verdadera transformación, rompieron con paradigmas y propusieron nuevas formas, que pudieron funcionar o no, de organización y ejercicio del Poder.

Cada una de ellas, representa un nuevo modelo político, social, cultural y económico que pretendió cambiar el rumbo del país, para ello la clase política tuvo que ayudarse de instrumentos palpables que ayudaran en la consecución de dicha transformación. Hidalgo y los insurgentes rompieron el lazo con la corona española; Juárez rompió con la tradición de los grandes “fueros”, destruyendo el poder material de la Iglesia y del grupo de los conservadores, fusilando a Maximiliano, además de haber proclamado una nueva Carta Magna: la Constitución de 1857; Madero, por su lado, junto con los distintos grupos revolucionarios, rompió con la tradición porfirista caracterizada por los privilegios y los “políticos viejos”, que no se resignaban a ceder el poder.

Dichas transformaciones, además tuvieron una filosofía clara como base del movimiento; en la lucha por la Independencia pelearon dos tendencias opuestas: una de origen liberal y utópico de origen europeo y otra tradicional que solo intentó romper lazos con la metrópoli para poder acelerar el proceso de dispersión del imperio; por su lado, Juárez instauró de manera oficial un nuevo liberalismo político con el triunfo republicano en el episodio del fusilamiento del segundo emperador mexicano, que tiene su analogía con la ejecución de Luis XVI; finalmente, con la Revolución el ideal democrático se consuma, por lo menos de facto, dando pie a la última transformación del país que se palparía en la Constitución de 1917.

No fueron únicamente cambios parciales o externos, como cambios de nombre o creación de nuevas instituciones gubernamentales, sino que fueron transformaciones reales, radicales, basadas en una filosofía clara y con un nuevo orden político-constitucional.

Esta nueva transformación, la cuarta, de la que habla y promete la nueva administración encabezada por López Obrador, parece ser que ha logrado en el discurso una filosofía clara; el pos-liberalismo. Dejó atrás la transformación solamente en apariencia de las instituciones, cambiando nombre de dependencias y especulando la descentralización de la burocracia mexicana, por decir algo; sin embargo, el cambio real para alcanzar una transformación verdadera aún parece lejana y sin bases para ello, pues a pesar de que queda bastante tiempo para poner en marcha esta nueva filosofía y época, parece poco claro este nuevo paradigma que no logra contemplar en su totalidad todas las aristas políticas. Aún quedan muchas cosas que siguen generando mucha incertidumbre.

Emmanuel Legorreta Rangel

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