El que más gana, más paga
mayo 22, 2019El tono de hoy es diferente. Y eso es porque, a pesar de que la gran mayoría del ejercicio público continúa hecho un desastre, sí hay rubros de avance. En concreto, el decreto presidencial para prohibir la condonación de impuestos (con acotadas excepciones) es una buena noticia y permitirá un respiro a las finanzas públicas.
En la última década, la condonación de impuestos discrecional, por parte del Ejecutivo, ha costado más de 400 mil millones de pesos a las finanzas públicas. Para ponerlo en perspectiva, eso es casi el doble de lo que hubiera costado el Nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México (NAIM), en Texcoco, o la quinta parte de la deuda total de Pemex. Ni se diga la cantidad de escuelas u hospitales que hubieran podido construirse o que el país pudo haber quedado libre de baches en sus calles.
Yo he sido muy crítico del sistema fiscal en México, porque entre más tiene uno, más puede evitar pagar. El nuestro es un sistema fiscal que solo tiene dientes para el que cumple. El escandaloso 50% de informalidad ni se inmuta de los poderes del SAT, es como si no existiera, pero son miles de millones de pesos los que ahí se mueven. Las grandes corporaciones tienen a su disposición numerosas estrategias para disminuir su carga fiscal. Los pequeños y medianos empresarios, y muchos autoempleados, tienen la posibilidad de deducir una fracción significativa de sus gastos entre comidas, gasolina, ropa, electrónicos, etc. El asalariado común, en cambio, casi no puede deducir, es presa de descuentos excedidos y si no se pone las pilas el fisco no le devuelve un peso.
Es bueno, buenísimo, que se vaya a obligar a muchos pequeños contribuyentes a ser grandes contribuyentes mañana. Si este año esa medida permite recaudar 40 MMDP extras (el 10% de lo que se dejó de recaudar durante una década), pues es casi el presupuesto adicional asignado a Pemex Transformación Industrial, para todo el año. No es poca cosa.
Ahora, no todo es aplausos, hay dos importantes críticas. Primero, yo hubiera preferido algo más estructural; el país no necesita decretos, necesita una reforma fiscal comprensiva y progresiva. Hacer política mediante decretos en vez de leyes impide la planeación transexenal (algo que este país desesperadamente necesita), fomenta la corrupción y expone al sector privado a la incertidumbre de no saber si el dedito va a cambiar de opinión.
Segundo, los incentivos fiscales han sido clave para la atracción de inversión extranjera (también debe hacerse la crítica de que estuvo mal usar incentivos fiscales discrecionales, se debió hacer un esquema como el de las ZEE desde el principio, con condiciones y límites claros), un rubro que ya le está costando al gobierno. Si se retiran los incentivos fiscales, México perderá atractivo. Algo tiene que hacer bien el gobierno para compensar: mejorar la seguridad, la certidumbre regulatoria, atacar (de verdad) la corrupción, fomentar el crecimiento económico, etc. No sé qué harán, pero algo tendrán que hacer.
Por último, solo queda esperar que cualquier bono recaudatorio sea bien gastado y no se desperdicie en programas sociales clientelares o en financiar elefantes blancos.