El síndrome de Hybris

El síndrome de Hybris

agosto 1, 2019 Desactivado Por La Opinión de

En 2008, el médico y político británico David Owen publicó En el poder y en la enfermedad: enfermedades de jefes de Estado y de Gobierno en los últimos cien años. En este interesante libro el autor analiza tanto las enfermedades físicas que han afectado a más de treinta jefes de Gobierno, como la influencia que el uso del poder ocasiona en los políticos. A partir del estudio de los perfiles psicológicos de diferentes mandatarios, Owen acaba sosteniendo que el poder produce una alteración mental, a la que él califica como “síndrome de Hybris”.

De origen griego, “Hybris” hace referencia a una excesiva soberbia, arrogancia y autoconfianza, sobrepasando cualquier justa medida. Presente en la mayoría de las tragedias griegas, el hybris se manifiesta en el momento en el que el héroe sobrepasa las capacidades humanas y desarrolla unas aspiraciones desmedidas. Este concepto se contrapone a la “sophrosynê”, moderación que respeta los límites que se imponen al hombre.

Cuando Owen traslada esto a la política, evidencia que en muchos jefes de Estado el ejercicio del poder desemboca en alteraciones psicológicas, que los conducen a la grandiosidad, al narcisismo y al comportamiento irresponsable. Incluso desarrolla una serie de indicadores para detectar el síndrome. Entre ellos destacan la propensión narcisista a ver el mundo como un lugar donde buscar la gloria, la tendencia a realizar acciones para autoglorificarse, una preocupación desmedida por la imagen, un modo mesiánico para hablar de asuntos corrientes y una autoconfianza excesiva con tendencia a la omnipotencia.

Por lo general, los dictadores son más proclives a desarrollar el síndrome, pero no son los únicos. En el análisis de Owen, Stalin, Hitler, Franco o Saddam Hussein son diagnosticados con el síndrome de Hybris, pero también otros líderes elegidos en las urnas como Margaret Thatcher, Bush Jr. o Tony Blair. La razón de que afecte a distintos tipos de líderes responde a que el origen del síndrome es una madurez psicológica que desencadena que, una vez alcanzado un desmesurado poder, su escasa o nula preparación humana los convierten en políticos intoxicados de poder que pueden tomar decisiones devastadoras para la población. El síndrome puede ser pasajero o persistente y puede desencadenarse por diferentes razones: a veces a partir de un éxito extraordinario; en otras ocasiones por adversidades sociopolíticas de gran envergadura, como una guerra o una crisis económica.

El caso es que al final parece ser cierto aquello de que el poder embriaga y lleva a la locura. Parece existir una pulsión a ejercer el poder sin límites, con soberbia y con cierta vocación mesiánica. Y aunque Owen personifica este síndrome en líderes políticos, cabría preguntarse hasta qué punto cada uno de nosotros no desarrolla cierta tiranía cuando se encuentra en situación de poder. Al final, los líderes son, en mayor o menor medida, reflejo de las sociedades donde operan y son seres humanos como el resto de los mortales. La principal diferencia es que son ellos los encargados de tomar decisiones que afectan al colectivo.

Contrarrestar el síndrome de Hybris a nivel individual es complicado. Requiere de un trabajo psicológico y una voluntad de los que ejercen el poder a superar esta pulsión. Sin embargo, las sociedades cuentan con mecanismos para poner freno a líderes desmedidos. La crítica constructiva, la responsabilidad política y la reflexión a la hora de elegir o apoyar a nuestros políticos son algunos mecanismos. También están los mecanismos institucionales para frenar decisiones irracionales que puedan responder más a ansias de gloria que a las necesidades reales de la sociedad. Y, por último, el compromiso con nosotros mismos de no volvernos tiranos cuando nos encontremos en posición de poder. Porque, al final, mañana cualquiera de nosotros podemos acabar estando del otro lado.

Mélany Barragán

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