Supervivencia política
septiembre 26, 2019 Desactivado Por La Opinión dePese a que el objetivo de cualquier político es acceder a cargos públicos u orgánicos, lo que lleva en cierto modo implícita la idea de victoria o triunfo, lo más habitual en política es perder. La mayor parte de nuestros representantes saltan de derrota en derrota –dentro o fuera de las urnas–, convirtiéndose en auténticos supervivientes. Esto me lleva a pensar que en la carrera de los políticos profesionales la clave no reside tanto en no perder, sino en ser capaz de conciliar la derrota con la capacidad de supervivencia.
A este respecto, la primera pregunta que me viene a la cabeza es conceptualizar y ponderar el peso de la derrota. ¿Qué implica un mayor fracaso, no llegar nunca al poder o perderlo?, ¿qué es peor en términos estratégicos, bajar de una alta a una baja visibilidad y capacidad de decisión u ocupar siempre un papel secundario dentro de la vida pública? En segundo lugar, pienso en si las circunstancias que acompañan a la derrota pueden ser o no capitalizadas en el futuro para garantizar la supervivencia política.
En cuanto a la primera cuestión, como casi siempre, no tengo una respuesta clara. Es difícil, además de erróneo, desde mi punto de vista, afirmar de manera rotunda qué define un mayor o menor fracaso dentro de la carrera política. Pero sí me parece acertado aproximarse a esta problemática desde el punto de vista de la resistencia, la inteligencia y la habilidad para moldear las percepciones del resto de actores. No importante tanto la fuerza de la caída como la capacidad para hacer frente a las coyunturas negativas y buscar nuevas ventanas de oportunidad, que permitan reacomodarse dentro del espacio político. Es una especia de ley no escrita: si un político es capaz de esperar y no encuadrarse como perdedor, tarde o temprano le llegará una nueva oportunidad.
Respecto a las circunstancias que acompañan a la derrota y la capitalización de la misma, lo prioritario para cualquier político es rehuir del castigo del ostracismo. Es necesario evitar la exclusión y ello requiere, en muchas ocasiones, una gran capacidad de reinvención. A veces las condiciones que acompañan a la derrota sólo permiten, al menos a corto plazo, moverse a un terreno en el que aún no se haya experimentado el fracaso. Esto implica abrazar nuevas causas, agregar nuevas demandas o emprender nuevos proyectos. El mayor fracaso muchas veces no es una derrota electoral o una crisis de liderazgo, sino la obstinación en tratar de conseguir algo que al menos de manera temporal está fuera de nuestro alcance y la incapacidad para cambiar de estrategias para readaptarse al nuevo escenario.
Por último, cuando se han agotado todos los cartuchos y no existen opciones para permanecer en la contienda política, sólo queda la honestidad y el valor para reconocer que todo está perdido. En Ciencia Política se habla del efecto underdog para explicar la empatía y compasión que generan los candidatos o partidos que se sabe que perderán con toda seguridad. En los escenarios más adversos, esta puede ser la mejor estrategia de supervivencia: lograr una retirada digna y crear un imaginario positivo en torno a la carrera política desempeñada, con el fin de demostrar que las victorias políticas más importantes no siempre son las electorales. Esto no permite recuperar el poder perdido, pero dota de cierta autoridad moral para evitar el descrédito y el ostracismo total.