Ellos también son humanos
octubre 15, 2019En 1957 Anthony Downs presentó la teoría económica de la democracia con base en la elección racional; de manera resumida, ésta dice que todos los ciudadanos somos racionales a la hora de tomar decisiones políticas, en específico la más convencional: el voto. A partir del cálculo de ventajas y desventajas, así como de la probabilidad que nuestro voto marque diferencia en los resultados, decidimos si acudimos a ejercer nuestro derecho o si nos abstenemos del proceso electoral. A través de la racionalidad también decidimos la dirección del sufragio, siempre con información limitada e imperfecta, pues nunca tendremos elementos al 100% para decidir quién merece nuestro voto; por lo tanto, optamos por atajos que permiten recabar la mayor cantidad de información posible con el menor esfuerzo.
Según Downs, las ideologías son el principal atajo, sin embargo, éstas no son los únicos que existen, menos hoy día en que estamos susceptibles a tantas toneladas de información, y tenemos rutinas de vida aceleradas. Como consecuencia de ello, un solo tema de discusión a donde se lleve la competencia, un debate, un spot, un jingle o hasta un slogan pueden ser el factor que marque diferencia respecto a nuestra decisión sobre por cuál partido y/o candidato votar.
Quizá se escuche repugnante y cívicamente poco responsable, sin embargo, somos seres animales con una racionalidad limitada; haciendo inútil y sumamente pretencioso querer actuar a partir de información perfecta.
Pero, asimismo, debemos de considerar que esa racionalidad y naturaleza humana, son también característica de los dirigentes y candidatos de los partidos políticos, de manera que saben que no leemos plataformas electorales, que no vemos más allá de las 3 primeras propuestas de un folleto, que por más que digamos que queremos propuestas en un debate, lo único que esperamos es el golpe digno de knokout que nos permita sentirnos socialmente responsables de la decisión que tomaremos.
Es desafortunado porque parece también que ya nos agarraron la medida, ya vieron que es suficiente con dádivas clientelares, debates violentos, discursos de confrontación, escándalos políticos y slogans de Coca-Cola para convencernos de ir a votar por ellos.
Y no, los ciudadanos no debemos pretender ser robots que tienen información perfecta; es utópico e irreal y el esfuerzo sería en vano. Lo que podemos hacer es procurar conocer un poco más, intentar visitar los sitios web de campaña, indagar sobre las trayectorias políticas, los logros de gobierno, los logros de los candidatos como funcionarios, o aquello que alguna vez prometieron y no cumplieron, con la finalidad de ser más exigentes y no ponerles los cargos públicos en charolas de plata. Debemos intentar que por lo menos cumplan con un mínimo mandato y asuman una mayor responsabilidad de las decisiones que ellos toman pero que nos afectan a todos.
En concreto: intentemos dejar de ser ciudadanos barcos.
Isidro O’Shea
Twitter: @isidroshea