Quis custodiet ipsos custodes? (parte I)
noviembre 1, 2019Sabemos que la democracia es una forma de gobierno, si bien no la mejor que hay, es la que ha persistido, dado el sistema de creencias, la cultura y valores en los que está inmersa esta sociedad contemporánea. Por ello es un tema de análisis para los estudiosos de la política y el Estado como tal, es cierto que para muchas sociedades la democratización ha sido un camino complicado de transitar, pero en pleno 2019 con la situación nacional, el escenario internacional en los Estados Unidos, el referente por excelencia, además del complejo y convulso tema que se vive en países latinoamericanos, léase Bolivia, Ecuador, sin olvidarnos de Chile, nos hace cuestionarnos hasta donde hemos avanzado en llegar a la plenitud democrática.
Una democracia, en un sentido literal, es el poder del pueblo, aunque cabe señalar que los mismos griegos, quienes encumbraron el concepto, aun así se dieron cuenta de sus fallas, siglos de teorías, experimentos y luchas políticas que se dieron para entonces llegar a mejores valores democráticos.
Aunado a esto tenemos el tema de la desigualdad, que cada vez en las sociedades se evidencia esta brecha, en especial en países latinoamericanos, provocando a su vez la polarización en posturas que rayan en el radicalismo, si bien la derecha no es todo maldad, tampoco la izquierda; el problema es que los individuos viven en un adoctrinamiento que les da el statu quo. Se supondría que el pueblo deposita su voluntad a una serie de individuos que constituirán un gobierno que represente los intereses de los primeros.
Viene a todo lo anterior el dilema que da título a este artículo, que es la locución latina Quis custodiet ipsos custodes?, traducido como ¿Quién vigila a los vigilantes?, la respuesta es confusa ¿podrá ser el pueblo?, ¿las instituciones?
Lo anterior es evidencia de que se vive un desencanto con la democracia; tomemos a Estados Unidos cuyo régimen no está en su mejor momento, París y Barcelona han tenido manifestaciones contra los gobiernos, ni que mencionar el connotado caso de Chile dónde tan sólo una molestia convertida en acción de protesta despartidizada, sin organizaciones sociales tradicionales detrás (sindicatos, federaciones, oposición, etc.), o Bolivia dónde su presidente ha conseguido perpetuarse aún más en el poder.
Aquí la cuestión es ¿quién los vigila?, ¿hasta dónde llegará dicho hartazgo? Y lo más importante ¿nuestro país hasta qué punto experimentó el hartazgo o para dónde va?