Mujeres migrantes, el otro lado de la historia
octubre 26, 2018Alma Daniela
La realidad de las mujeres se expande y se refleja en la desigualdad que agudiza e incrementa las distintas formas de violencias; hablar, entonces, de la igualdad de género en nuestro sistema convencional, implica tomar conciencia y transformar la posición de desigualdad de las mujeres, en relación con los hombres en la vida diaria.
En los últimos días, tras las imágenes de miles de mujeres gritando, en un sonoro de “auxilio”, en México ha sido común escuchar el término “feminización de la migración”… sin embargo, la realidad es que las mujeres siempre han formado parte de la migración; sólo que su paso por la frontera, en la búsqueda del “sueño americano”, se ha convertido más bien en una pesadilla, que las ha invisibilizado. Hoy en día, más de 100 millones de mujeres son migrantes internacionales y, de ellas, aproximadamente 39.3 millones se concentran en los Estados Unidos y Canadá.
Lo cierto es que las estadísticas no deberían ser el único indicador que muestre la realidad de las mujeres migrantes; es necesario atender a otras circunstancias, tal como lo es el hecho de que la migración no afecta por igual a las mujeres que a los hombres… tal vez, sólo así estemos en condiciones de responder a las constantes que obligan a mujeres a migrar, a pesar de saber la realidad que están por vivir al cruzar las zonas fronterizas… secuestros, raptos, trata, violaciones.
La atención humana y moderna que demanda el fenómeno migratorio, es un incuestionable reto que debe de atenderse con la solidaridad de países de la región centroamericana y, sobre todo, con un enfoque de transversalización de derechos humanos… ¡sí!, hay que mirar a las y los migrantes como personas sujetas de derechos y no como invasores peligrosos que atentan contra nuestra soberanía.
“¡Feliz, feliz, estoy feliz! ¡Al fin!”, alcanzó a gritar Gina Paola Montes, de 21 años, mientras corría por el paso peatonal del puente fronterizo ya en territorio mexicano.
En la revolución de precedentes marcados para el Estado Mexicano, en 2011, nuestro país actualizó su marco jurídico y normativo ante las nuevas realidades en materia de migración y, a 7 años, esta visión no debería ser una aspiración, sino una realidad.
Ya bien lo decía Yann Martel, en su obra La vida de Pi… “¿Por qué hay gente que se cambia de país? ¿Qué la empuja a desarraigarse y dejar todo lo que ha conocido por un desconocido más allá del horizonte? ¿Qué le hace estar dispuesta a escalar semejante Everest de formalidades que le hace sentirse como un mendigo? ¿Por qué de repente se atreve a entrar en una jungla foránea donde todo es nuevo, extraño y complicado? La respuesta es la misma en todo el mundo: la gente se cambia de país con la esperanza de encontrar una vida mejor”.
En México no debería caber lugar para la xenofobia; pues, hasta hace unos meses, alzamos la voz en apoyo a nuestros compatriotas marcados por la etiqueta de “ladrones, delincuentes o infames personas que no eran dignas de permanecer en territorio extranjero”… por supuesto, una cosa es posicionarse en contra de un fenómeno migratorio sin control, violento, pero otra cosa muy diferente es arremeter en contra de un semejante.
Las miles y miles de migrantes no tienen la culpa de sus realidades, ellas, al igual que nosotras, resultaron muy probablemente víctimas de un sistema, que ha jugado con su “sueño americano”.