El arte de saber esperar

El arte de saber esperar

septiembre 5, 2019 Desactivado Por La Opinión de

En las últimas semanas la paciencia ha sido un tema recurrente en mi vida. He repetido a diestro y siniestro, y en diferentes ámbitos de la vida, la importancia de saber esperar. Incluso, más de una vez, me he sorprendido repitiéndome ese mantra a mí misma. Esperar… esperar a que llegue tu momento –siempre acaba llegando–, para actuar en consecuencia sin desgastarse por el camino. Lo malo es que, por lo general, la naturaleza humana y la rapidez de los acontecimientos nos empujan a todos a la ansiedad y a querer las cosas para ya.

Esto, como tantas otras cosas, también aplica a la política. Los votantes quieren que las propuestas de los candidatos se plasmen en la realidad de inmediato. Los políticos quieren demostrar que son capaces de cambiar, de arriba abajo, a una sociedad en un abrir y cerrar de ojos. Los medios de comunicación demandan noticias a una velocidad frenética… y, mientras tanto, nadie parece pararse a pensar en el qué y para qué de las cosas que hacemos o queremos.

Por ello, en esta columna me propongo hacer una firme defensa de la paciencia y autocontrol, los cuales si son manejados de manera inteligente, permiten llevar a cabo un liderazgo estratégico. No se trata de que los líderes permanezcan inactivos o dejen todo al azar, sino de que sean capaces de tolerar la incertidumbre y no forzar situaciones sin antes haber realizado un análisis crítico de los pros y contras de sus decisiones.

Obviamente, hay situaciones que requieren de una acción rápida y que no dan demasiado margen de tiempo para pensar, pero en el fondo la mayor parte de las decisiones políticas permiten un mayor o menor grado de planificación. Y ello lleva asociado, casi por definición, la necesidad de saber esperar el momento oportuno, para la toma de decisiones y tener la suficiente paciencia como para recoger los frutos del trabajo bien hecho. Es eso, que a veces parece desesperar, lo que permite marcar rumbos que transmitan seguridad y dificultan que el proyecto político vaya a la deriva.

Pese a que nos han enseñado que la rapidez es sinónimo de eficiencia, la paciencia es una virtud que, lejos de ser una actitud pasiva, refleja un gran control interior. Se basa, fundamentalmente, en la creencia de que nuestros objetivos terminarán cumpliéndose si actuamos de manera diligente y no abandonamos nuestro propósito. Quizás toque cambiar de estrategias, repensar algunas actuaciones… pero siempre con el convencimiento de que hay unas líneas maestras que sirven como base para los proyectos emprendidos.

Por todo ello, animo a líderes y ciudadanos a pensar en los ciclos largos; en mirar más allá del umbral de las elecciones o los primeros cien días de gobierno. La política requiere de acción y pasión, pero también de una fuerte dosis de reflexión. Los asuntos de la cosa pública no se pueden procesar en una entrevista televisada o en 140 caracteres, como tampoco puede implementarse una política pública o cerrarse un tratado en una semana. Seamos conscientes de todas las ventajas que nos ofrece la paciencia y la espera estratégica, porque como dejó escrito Cervantes en boca de Don Quijote, hay que confiar en el tiempo, “que suele dar dulces salidas a muchas amargas dificultades”.

Mélany Barragán

Réplicas