La ley de hierro de la oligarquía, un siglo después
febrero 20, 2020 Desactivado Por La Opinión deEn 1911, Robert Michels escribió uno de los libros clásicos de la Ciencia Política, Partidos Políticos, la ley de hierro de la oligarquía. En él, el autor describe como en los sistemas democráticos modernos sigue siendo una pequeña minoría la que toma las decisiones y ejerce el control sobre la masa. Así, expone como la necesidad de organizarse da lugar al surgimiento de una élite que, a partir del ejercicio propio del poder, comienza a alejarse de los gobernados, creando una burocracia partidaria que le perpetúa en el tiempo y consolida en su posición.
Un siglo después, una de las sombras que se ciernen sobre los sistemas democráticos es la existencia de partidos políticos fuertemente controlados por las élites. Son frecuentes los argumentos que resaltan la escasa o nula participación de las bases de militantes en la toma de decisiones del partido, el absoluto control de las cúpulas en los procesos de selección de candidatos o la ausencia de mecanismos de participación directa para los militantes (sobre todo basado en el mérito y no el parentesco o amiguismo). Como consecuencia de ello, surge un debate en torno a si la ausencia de democracia interna puede ser una de las causas –aunque no la única– del distanciamiento de los ciudadanos respecto a los partidos y su falta de identificación con sus representantes.
Esta circunstancia, presente en los sistemas políticos europeos, tampoco es ajena para la región latinoamericana. Así, si bien es cierto que tras los procesos de democratización se pusieron en práctica patrones de política democrática a nivel de sistema democrático y en la década de los noventa se introdujo la celebración de elecciones internas en la región, existe cierto recelo hacia la maquinaria partidaria. Así lo evidencian los datos de opinión pública, los cuales recogen como los ciudadanos latinoamericanos muestran bajos niveles de confianza hacia los partidos políticos.
No obstante, pese a que estudios de los centros de estudio de opinión pública de los diferentes países ponen de manifiesto las percepciones ciudadanas respecto a esta cuestión, raramente se analiza la otra cara de la moneda. Esto es, ¿cuál es la opinión de los políticos respecto al grado de democracia interna de sus partidos? La respuesta es que, como arrojan los datos del Proyecto de Élites Parlamentarias de la Universidad de Salamanca (PELA), en términos agregados al menos un tercio de los diputados latinoamericanos afirman que en sus partidos la mayor parte de las decisiones son tomadas por la cúpula.
En la última década, uno de cada tres diputados manifestó la centralización del poder dentro de sus organizaciones partidarias. Este dato, unido a que según el mismo PELA el 37.7% de los diputados considera que el líder de su partido es “demasiado poderoso”, puede revelar como la disciplina interna supone un eje de conflicto entre aquellos que consideran que el poder está demasiado concentrado en la cúpula y aquellos que declaran un disenso con esta afirmación.
Estos datos, unidos a los bajos niveles de confianza en los partidos políticos por parte de los ciudadanos que recogen encuestas como las del Latinobarómetro y el Barómetro de las Américas, invitan a preguntarse si los partidos políticos latinoamericanos necesitan una renovación en materia de democracia interna. Pese a la introducción de elecciones internas, siguen existiendo voces críticas, tanto desde la ciudadanía como dentro de las organizaciones, que abogan por un poder más descentralizado y abierto a la ciudadanía. Ahora, tocaría plantearse la siguiente cuestión: ¿contribuirá esto a aumentar los bajos niveles de confianza en los partidos e incrementar la identificación con los mismos? Pero eso, ya es otra cuestión…