Cantos de sirena
agosto 27, 2020 Desactivado Por La Opinión deEl 15 de mayo de 2011, miles de personas salieron a las calles y ocuparon las principales plazas de España. Con el amparo de la plataforma Democracia Real Ya, reclamaron un cambio en la política y en la sociedad española. Bajo la consigna de que ni los políticos ni los partidos les representaban, los participantes en las protestas subrayaron la necesidad de realizar cambios profundos en el modelo económico y político vigente. Como telón de fondo, una profunda crisis económica y un sistema de partidos que prácticamente no se había visto alterado desde la transición a la democracia.
Estas movilizaciones tuvieron trascendencia tanto nacional como internacional, y las protestas se extendieron a múltiples ciudades como Londres, Ámsterdam, Lisboa, Florencia, Budapest, Berlín, Edimburgo, Atenas o París. Los gritos de aquellos que se movilizaron durante esas jornadas reclamaban transparencia, igualdad, justicia social, participación, lucha contra la corrupción y un heterogéneo grupo de demandas que, en definitiva, buscaban la regeneración del sistema político y económico. De ese espíritu de regeneración surgirían, posteriormente, nuevas fuerzas políticas como Podemos.
Fundado en 2014, con Pablo Iglesias como secretario general, el partido pronto comenzó a incrementar sus apoyos y entrar en las instituciones. Parecía que el cambio llegaba para quedarse y muchos vieron en la nueva formación una ventana de oportunidad para introducir nuevas formas de hacer política. Regeneración, democracia interna, participación o justicia social fueron sólo algunos de los mensajes que sus líderes repitieron incesantemente, convirtiéndolos casi en mantras.
Seis años después, la mayor parte de ellos se han quedado en papel mojado, enseñándonos que su forma de hacer política no sólo no es tan diferente de la tradicional que ellos criticaban, sino que contribuye a vulgarizarla aún más y a remarcar sus vicios. Y no porque sus consignas iniciales no fueran loables, sino porque sencillamente las repitieron como cantos de sirena que atrajeran votos y apoyos. Y parece que no se les dio mal ya que gracias a ser la cuarta fuerza más votada y su capacidad de negociación –unida a la incapacidad de las fuerzas opositoras-, hoy su secretario general es vicepresidente del Gobierno de España.
Sin embargo, apuesto a que más de uno se arrepintió de su voto en cuanto Iglesias entró por la puerta de Moncloa. Hoy en día, el partido que se autoproclamaba como transversal y transparente, mantiene una estructura controlada por un líder que depura a quien no le sigue. Para muestra, las purgas a algunos de sus miembros fundadores como Íñigo Errejón o Carolina Bescansa. Las críticas a la “casta política” y a los privilegios también parece que se quedaron en palabras huecas. Sospechas de pagos en paraísos fiscales o financiación opaca han acompañado a la formación desde hace años. El código ético y la limitación de mandatos tampoco han prosperado… una vez dentro de las instituciones quedaron fuera de los estatutos del partido. Todo esto sin hablar de los numerosos cargos de confianza nombrados por Iglesias.
El partido no sólo se ha convertido en una grotesca caricatura de lo que fue, sino que se ha permitido realizar todo lo que criticó de otros líderes y partidos con cierta superioridad moral y doble vara de medir. Iglesias, que reivindicaba vehementemente la transparencia, se niega a comparecer en el Congreso después de la imputación del partido por financiación ilegal. Irene Montero, también miembro del partido y ministra de Igualdad, proclama el empoderamiento de las mujeres mientras que hace oídos sordos a la poco menos que discutible conducta de Iglesias, quien mantuvo en su poder una tarjeta SIM con fotos comprometidas de una de sus asesoras bajo la excusa de “protegerla” (¿cuál caballero andante salvando a la dama indefensa?). Y suma y sigue…
Una de las cosas más tristes de esta situación, desde mi punto de vista, son las ilusiones que se han quedado por el camino. Creo firmemente en que en ese 15M, y las jornadas que le sucedieron, la mayoría de los participantes estaban convencidos de que el cambio era posible. Y que quienes votaron a Podemos creyeron en que sus líderes eran el vehículo para la regeneración. Algunos de ellos se han vinculado a otras formaciones, otros se han desvinculado de la política y, por qué no decirlo, otros les siguen apoyando ciegamente viendo la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio. Cantos de sirena que trajeron ilusión, pero no cambios sustanciales; que hablaban de regeneración, pero que han ensuciado aún más la vida política; que proclamaban igualdad, pero que en realidad se han basado en dobles varas de medir. Los viejos vicios de la política se han repetido y, además, con el agravante de la falsa ilusión del cambio. Cuidado con lo que les prometen y en quien confían.
Mélany Barragán
Twitter: @MelanyBarragan7
Imagen: Jacinta Lluch Valero / commons.wikimedia.org