La enfermedad del dragón: mareos de poder
febrero 11, 2022La semana pasada observamos, en las conferencias matutinas del señor presidente de la República, una serie de embates contra periodistas y comunicadores; independientemente de la simpatía que se tenga por ellos, esto forma parte de una estrategia más de polarizar, y de querer manifestarse como el portador absoluto de la verdad.
Del 31 de enero al 4 de febrero del 2022, se reprendió a personajes como Carlos Loret de Mola, Carmen Aristegui, Víctor Trujillo y Pedro Sola, por expresarse en sus espacios, no todos especializados en política, en especial por el último citado. Y la reprimenda justo viene en un sentido de lloriqueo personal, convertido en discurso divisorio, del tipo conmigo o en mi contra.
Si fuera cualquier individuo, sin un cargo de elección o que se no se dedicara a la política, sería el caso común desde la psicología de sentir que todos están en su contra; pero que al menos en el terreno socioemocional algunos tienden a reconocer, enmendarse, otros más no lo hacen, según sea su personalidad.
En una sociedad plural, como la que seguimos aspirando a ser en México, sostenemos el principio, o tendríamos que hacerlo, de que nadie es poseedor de la verdad absoluta; aunque el presidente en su soberbia crea que él y su grupo lo son, pues al menos personalidades del medio de opinión como Denise Dresser, Brozo y Ricardo Rocha creyeron en él, sin embargo, reconocido por ellos mismos en sus espacios, se han manifestado desencantados de la persona en la que se ha convertido ya en el poder.
Raymond Aron nos dice que “el poder es la capacidad de un individuo para determinar la conducta de otros. En su sentido más general, el poder es la capacidad de hacer, producir o destruir”. En ese tenor, quien lleva las riendas de la nación tiene esas capacidades, enunciados, pero en especial la última está destruyendo las bases o primeros avances en la pluralidad de ideas, como democrática. Algunos sostenemos que son retrocesos, o bien tal vez hecho a propósito como una práctica para establecerse de manera permanente en el poder, sin que ello implique necesariamente usar el concepto de dictadura.
Por último, el ejercicio del poder, con legitimidad o encubierto, parece ser una característica presente en los seres humanos, pero quizá quien mejor logró capturar su significado de la forma más simple y clarificadora fue el escritor J. R. R. Tolkien, quien empleó la famosa metáfora del anillo de poder para describir los curiosos efectos que provocaba a su portador. Y justo así su mirada, expresión facial, probablemente ya cambió o siempre fue así, pero la gente se tardó en darse cuenta.
Gildardo Ledesma
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Imagen: momo_sc / pixabay.com