Como decíamos ayer…
julio 18, 2019 Desactivado Por La Opinión deLa semana pasada tuve la ocasión de regresar a la Universidad de Salamanca con motivo de la celebración del congreso de la Asociación Española de Ciencia Política. Fue una estupenda oportunidad para visitar la universidad en el año en que celebra su octavo centenario, pero, sobre todo, para regresar a la que es mi Alma Mater. Durante casi siete años me formé en sus aulas, escribí mi tesis doctoral y tuve la gran suerte de impartir docencia. También fue un momento para reencontrarse con amigos y colegas, compartir experiencias y recordar porque esa universidad nos cambió un poco a todos. Es una suerte poder decir, en un ámbito tan competitivo como el académico, que en ese lugar no sólo se ha consolidado a lo largo del tiempo una comunidad académica, sino también una familia y una identidad común.
Y a raíz de eso, una no puede evitar echar la vista atrás, concretamente al año 2011, cuando pisé por primera vez esa universidad, y pensar en cómo todo y todos hemos cambiado. Me acordé de la famosa frase atribuida a Fray Luis de León, “cómo decíamos ayer…”, y se me vino a la mente que cuántas de las cosas que dijimos ayer, mantendríamos hoy. Y no hablo sólo de la experiencia concreta salmantina, sino que lo hago extensivo a casi todas las esferas de la vida.
Los paradigmas científicos cambian, las promesas electorales se guardan en el cajón del olvido, los juramentos de amor son eternos mientras duran y la palabra dada cada vez es más volátil. Tal vez esto sea fruto de la velocidad con la que todo cambia en esta nueva época, quizás sea fruto de una mayor capacidad para movernos entre ideas y repensar lo ya asumido, de madurez, o tal vez la explicación sea más pesimista y derive de la falta de reflexividad y compromiso de la sociedad actual con la palabra dada.
Nunca he creído en el inmovilismo y creo que hay pocas cosas tan sabias como reconocer el error o lo que ya no funciona, y ser capaz de viajar entre ideas. Pero, a la vez, valoro la importancia de lo dicho, de la palabra dada, de las ideas defendidas y de las promesas lanzadas; porque, al fin y al cabo, lo que decíamos ayer será lo que condicionará lo que diremos mañana, aun cuando sea para reconocer que ya no funciona.
Creo que a veces a todos se nos olvida un poco el valor de la palabra dada, probablemente porque en muchas ocasiones pensamos que nadie nos escucha o presta atención. Pero a veces ocurre que al que está al lado sí que le importa lo que decimos o pensamos, que el estudiante presta atención al maestro o que el votante registra las promesas de campaña de sus candidatos. Por eso, hagamos un uso responsable de la palabra y, aunque mañana cambiemos de opinión, ojalá siempre podamos defender las razones de lo que decíamos ayer.