Menos títulos y más educación
octubre 1, 2019Una de las promesas centrales del actual Presidente fue la creación de 100 nuevas universidades públicas durante su gestión, e independientemente de que se desconoce el verdadero estatus de cada una de ellas, es presumible que éstas no cuentan ni con lineamientos ni con un plan de trabajo que pueda beneficiar tanto a los estudiantes como a sus familias y comunidades.
¿De qué se trata? ¿Para qué hacer más universidades cuando la experiencia previa es ya un nudo de problemas (La Universidad de la Ciudad de México)? ¿Para qué, cuando las Universidades públicas de las entidades, que algún día contaron con cierto prestigio, hoy se encuentran sin ningún tipo de reconocimiento a nivel internacional? ¿Para qué 100 universidades públicas más cuando hasta la misma UNAM ha caído en los principales rankings internacionales?
Y es que resulta fácil decir: 100 universidades públicas más; acceso a las principales universidades sin examen de admisión, etc. Pero parece que no se piensa en que lo que necesita el país es una serie de profesionales con aptitudes y habilidades y no miles de ciudadanos con un papel duro y enmarcado que ya no represente ningún valor ni habilidad.
¿Por qué mejor no hacer escuelas técnicas que obliguen a valorar –con salarios dignos– los trabajos físicos que hoy se mantienen en la informalidad? ¿Por qué no comenzar por exigir lo indispensable a los cientos de universidades patito privadas?… Es importante que el Secretario de Educación le diga al señor Presidente que México lo que necesita es fuerza de trabajo capacitada, con habilidades, con salarios dignos y no miles de cédulas profesionales. Que le digan también que no es más la educación universitaria, sino que tienen más valor los países que justifican su educación universitaria y de calidad; al mismo tiempo que dignifican los trabajos que no requieren estudios universitarios, con salarios dignos y seguridad social.
Y es que parece que al titular del Poder Ejecutivo poco le importa la preparación de los mexicanos, pues no sólo habla de ingreso indiscriminado a las mejores universidades, sino que se empeña en disminuir los presupuestos a la ciencia y educación; destituye de los comités científicos del Conacyt a investigadores de prestigio que se atreven a ser críticos de sus decisiones; a otorgar el grado de especialidad médica con el único requisito de probar años de trabajo como médico general, mientras que ignora a aquellos jóvenes médicos que hoy realizan su servicio social o especialidad médica con salarios o apoyos indignos; y por si fuera poco, impulsa una contrarreforma educativa que representa el regreso de los sindicatos al uso arbitrario de las instituciones educativas, dejando las evaluaciones de manera decorativa; es decir, el problema no es únicamente la educación universitaria, el problema también lo tenemos en la educación básica, ya sea pública o privada. Nos seguimos preocupando en que los niños distingan entre los héroes patrios de la Independencia y la Revolución, en que conozcan la fecha de la promulgación de la Constitución, pero el problema real es que no entienden qué representa cada uno de esos sucesos, así lo dicen los reportes de la prueba Pisa que posicionan a México en los últimos lugares de comprensión lectora y matemáticas.
Simple y sencillamente: no deberían ser prioridad 100 universidades públicas más (de muy dudosa calidad) si el último reporte de la OCDE nos dice que más de la mitad de los mexicanos, entre 25 y 34 años, no cuentan con educación secundaria superior.
Señor Presidente, simple y sencillamente: esas no son políticas para los que más lo necesitan.
[…] Por si acaso, y para que no se malinterprete: en este mismo espacio, en octubre pasado escribía sobre la necesidad de encarecer académicamente los títulos universitarios, de que sea más la educación…. […]