Voces para transformar el rumbo de la Historia
diciembre 9, 2019“Y la culpa no era mía…”, el verso con voz de mujer que trascendió las fronteras de Chile para llegar a latitudes como Argentina, España, Francia y, por supuesto, México. El verso que le da canción, ritmo y rostro a un movimiento que resuena a nivel mundial. El verso que denuncia y cuestiona, pero que también ha sido criticado, denostado y, lamentablemente, hasta insultado por muchos, pero, eso sí, sin dejar indiferente a nadie.
Son las estrofas que le dan mayor poder a una circunstancia que, a todas y todos, debería llamarnos fuertemente la atención: un alto serio y contundente a la violencia de género y los comportamientos machistas que la enarbolan. Es el himno que defiende una manera mucho más inteligente de protesta, que logra inspirar de manera audaz a niñas, jóvenes y mujeres de cualquier origen social para clamar justicia frente a quienes tienen la responsabilidad y la obligación de protegerlas: los gobernantes, de cualquier nivel.
Sin embargo, la ardua tarea por alcanzar la igualdad –y que apenas comienza– no es solamente del Gobierno, sino una corresponsabilidad que recae en cada ciudadano. Todas y todos, de alguna manera, hemos incurrido, consciente o inconscientemente, en actitudes discriminatorias, que pueden violentar o menoscabar el bienestar y, sobre todo, el crecimiento personal de las personas, al margen de su condición individual.
Asimismo, si bien la violencia de género es un tema que debe abordarse como un asunto muy particular y urgente (sí, hay mujeres que son asesinadas por el simple hecho de serlo), todo tipo de violencia debe alarmarnos y jamás debemos normalizarlo: ni el asesinato de personas a manos del crimen, ni la violencia hacia menores de edad, ni el maltrato animal. Si las mujeres ya han despertado para alzar la voz, ¿qué no podríamos lograr como sociedad y como país entero si todos nos sumáramos en contra de cualquier tipo de violencia? ¿Acaso no seríamos un mejor México?
La lección que nos han dado los movimientos feministas es clara: la voz, nuestra voz, tiene poder, la llevamos dentro, y es capaz de transformar el rumbo de la Historia. Usémosla, hagámosla escuchar: es nuestra arma más legítima, es nuestra espada, naveguemos siempre entre versos prohibidos. Bien decía el escritor y periodista inglés Sam Leith: “hay retórica donde hay lenguaje, y hay lenguaje donde hay personas. Si el lenguaje es el aire, la retórica es el clima: desde el día de primavera más suave y alegre hasta el trueno que hace vibrar los cristales de cada ventana. Está ahí. Es victoriosa. Está en todas partes”.
Bernardo Ramírez López
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