Modelos de crisis

Modelos de crisis

diciembre 26, 2019 Desactivado Por La Opinión de

Se aproxima el final del año y parece casi obligatorio hacer un balance de lo acontecido en los últimos doce meses. A este respecto, hay infinidad de temas que han marcado la realidad política latinoamericana, pero, debido a que me es imposible desarrollar todos en un solo artículo, creo que el 2019 ha sido el año de las movilizaciones y las protestas.

Desde el inicio del año, América Latina ha experimentado una ola de reivindicaciones que han puesto de manifiesto las asignaturas pendientes del continente. Pese a que cada una de ellas responde a casuísticas particulares, sí que pueden establecerse algunos patrones que sirven para diferenciar modelos de crisis.

Por un lado, a lo largo del año ha habido un grupo de movilizaciones que han tenido como objetivo último la dimisión del jefe del Ejecutivo y la celebración de nuevas elecciones. Dentro de este grupo se encuadran los casos de Venezuela y Puerto Rico.

Los venezolanos salieron a la calle a inicios del 2019 pidiendo la renuncia de Nicolás Maduro y la celebración de nuevas elecciones. La ola de protestas culminó con la autoproclamación de Juan Guaidó, presidente de la Asamblea Nacional de Venezuela, como Presidente interino. Meses después, en el mes de mayo, la oposición volvió a salir a las calles con un frustrado levantamiento cívico militar. En noviembre se produjeron nuevas marchas exigiendo la dimisión de Maduro. Por su parte, los puertorriqueños se movilizaron durante el mes de julio, exigiendo la renuncia del gobernador Ricardo Rosselló, tras una serie de escándalos que habían desembocado en una crisis política. Rosselló dimitió, pero la crisis se prolongó en el tiempo por el nombramiento inconstitucional de Pedro Pierlusi y no fue zanjada hasta el nombramiento de la actual gobernadora, Wanda Vázquez.

Un segundo grupo lo constituyen las protestas que ponen el foco en la debilidad de instituciones y mecanismos de garantía democrática. Es el caso de Perú, donde la gente salió a la calle para mostrar su oposición a la disolución del Congreso, y Bolivia, donde el estallido social se produjo por la sombra de un posible fraude electoral. En Perú, el 30 de septiembre el Presidente Martín Vizcarra anunció la disolución del Congreso debido a la denegación de la cuestión de confianza. Tras la disolución, hubo marchas en las que se denunciaba que el Presidente había actuado de manera dictatorial. Pese a que se trató de impulsar una moción de incapacidad temporal del Presidente, ésta no prosperó y la Cámara legislativa sigue disuelta. En el caso de Bolivia, el estallido social se produjo después de conocer los resultados de las elecciones presidenciales del 20 de octubre. Ante la sospecha de presuntas irregularidades y fraude electoral, los bolivianos salieron a la calle para protestar y, horas después de que el entonces Presidente Evo Morales convocara nuevas elecciones, la Fuerza Pública le obligó a renunciar de su cargo.

Por último, existe un tercer grupo de movilizaciones que responden, ante todo, a una posición crítica respecto a las políticas económicas y sociales de los gobiernos. Pese a que incluían otras demandas transversales, las marchas en Ecuador, Chile y Colombia han puesto el acento en aspectos como el desempleo, las pensiones, el coste de servicios públicos o la eliminación de subsidios.

Dentro de este grupo, Ecuador fue el primer país en salir a la calle. Tras el anuncio del Presidente Lenin Moreno de la eliminación de los subsidios a los combustibles, se desató una ola de protestas que denunciaban las medidas neoliberales del Ejecutivo. En Chile, las movilizaciones se iniciaron tras la subida del precio de los billetes del metro de Santiago y acabaron denunciando la desigualdad estructural que afecta al país andino. Por último, el 21 de noviembre diferentes sectores convocaron un paro nacional en señal de protesta contra el aumento del desempleo y las posibles reformas del gobierno en materia de pensiones, trabajo y tributación.

Los diferentes tipos de crisis, no obstante, se enmarcan dentro de un esquema general de hartazgo y escepticismo dentro de la sociedad latinoamericana. El delicado momento económico que vive la región ha generado entre la población el miedo a vivir una segunda “década perdida”, unido a la sensación de que muchas de las expectativas creadas en los últimos años se han visto frustradas, ha dado lugar a ciudadanos menos tolerantes con sus gobiernos y a un nuevo ciclo de inestabilidad.

Mélany Barragán

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