El coronavirus y la gestión de la información

El coronavirus y la gestión de la información

febrero 6, 2020 Desactivado Por La Opinión de

Con 425 muertos en dos semanas, más de 20.000 infectados y casi 60 millones de personas atrapadas en cuarentena, el coronavirus ha demostrado que los grandes gigantes también son vulnerables. Y es que, tras la alarma sanitaria, la población china ha reaccionado ante un sistema autoritario que no alertó a la población del virus hasta un mes después de descubrirse los primeros casos y que ha mostrado evidentes carencias sanitarias.

Las desigualdades sociales, un sistema sanitario enormemente privatizado y un régimen represivo provocan que el virus sea especialmente virulento para la sociedad china. Además, la rigidez del gobierno para controlar la información deriva en que gran parte de los esfuerzos se destinen a mantener la opacidad de la gestión en lugar de facilitar acabar con la epidemia. Y es que, dado que el sistema de partido único, vigente en China, basa gran parte de su legitimidad en el férreo control y un liderazgo infalible, el riesgo de una fuerte movilización popular suponen una afrenta para su supervivencia.

Pese a que el sistema cuenta con fuertes mecanismos de censura y trató de ocultar la epidemia hasta que se hizo inevitable, la brecha entre el gobierno y la sociedad –viralizada gracias a la existencia de redes sociales– ha abierto una fisura en la estabilidad del régimen. La frustración y el miedo de la población se han transformado en una crítica a las medidas adoptadas por las autoridades y éstas han sido incapaces de frenar la oposición al sistema. La crisis ha puesto en evidencia las contradicciones del Partido Comunista Chino y ha abierto una ventana de oportunidad a la oposición ciudadana.

Durante estas semanas, China ha informado a la Organización Mundial de la Salud de la epidemia, pero ha mantenido a sus ciudadanos en la desinformación. Asimismo, las autoridades han actuado con mano de hierro respecto a todas las voces que llamaban la atención sobre la amenaza de salud pública. Sin embargo, han tardado en reaccionar a la hora de proporcionar suministros y cobertura sanitaria. Tanto es así que, debido al encubrimiento de las autoridades, ahora existe escasez de tests de prueba, mascarillas y equipos de protección.

Ante este escenario, la sociedad civil está jugando un papel decisivo en la gestión de la crisis, organizando grupos de voluntarios encargados de recolectar material profiláctico y buscar medios para acceder a tratamientos médicos. Por primera vez, la población china se involucra en los asuntos públicos y deja de adoptar un rol pasivo. Como respuesta, el gobierno chino ha endurecido sus mecanismos de control, tratando de frenar cualquier tipo de empoderamiento ciudadano. No obstante, pese a la fortaleza del aparato estatal, es complicada la marcha atrás y puede que la indignación y quejas de la ciudadanía china sean difícilmente aplacables.

En cualquier caso, es difícil predecir si, tras esta crisis sanitaria, el régimen reevaluará su estrategia e introducirá cambios en el sistema, tanto desde el punto de vista de la provisión de cobertura sanitaria como de la transparencia. Probablemente, esto estará muy condicionado por el devenir económico del país y por la opinión de la sociedad internacional.

Mélany Barragán

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