El coronavirus y la naturaleza humana

El coronavirus y la naturaleza humana

marzo 19, 2020 Desactivado Por La Opinión de

En los primeros días de estado de alarma en España, la sociedad civil ha vuelto a demostrar que está a la altura de las circunstancias. Salvo algunas excepciones, los españoles han acatado la norma de quedarse en sus casas en cuarentena y limitar al máximo sus movimientos. Y, lamentablemente, la clase política no sólo se ha mostrado en muchas ocasiones titubeante, sino que ha rozado la imprudencia y, si la ocasión me lo permite, la temeridad.

El ejemplo de China e Italia pareció no ser suficiente para el Gobierno de España y hasta que la cifra de afectados no se desbordó, no se comenzaron a tomar medidas contundentes. Si bien es cierto que me reitero en mi llamado a evitar la histeria, subrayo la necesidad de actuar con responsabilidad. Y si es importante que los ciudadanos sean responsables, sus representantes deben serlo aún más si cabe. Pese a que ahora no es momento de exigir responsabilidades, sino de implementar medidas y buscar soluciones, resulta casi ofensivo que un Consejo de Ministros se alargue horas por redecillas políticas dentro de la coalición, o que el vicepresidente acuda a una reunión presencial pese a estar en cuarentena después de que su esposa diera positivo en coronavirus, o que líderes territoriales parezcan anteponer derechos de autodeterminación a un problema de salud pública que no conoce de fronteras.

Discúlpenme de antemano por la vehemencia de este artículo, pero cuando las situaciones requieren rapidez y responsabilidad, cuestiones que en otros momentos pueden indignarnos, pero resultar tolerables, se tornan especialmente inadmisibles. Afortunadamente, hay personas que te reconcilian con el mundo. Se trata de los sanitarios que trabajan horas y horas por cuidarnos; de las fuerzas de seguridad pública que no sólo mantienen el orden, sino que colaboran activamente prestando numerosos servicios; de los artistas que han ofrecido espectáculos online para hacernos más llevadera la cuarenta; de las cajeras y reponedores de supermercado, que tratan de contener la histeria y nos garantizan que las estanterías estén llenas de alimentos; de los periodistas que informan con rigor; de los camioneros que garantizan la llegada de suministros; de los conductores que siguen haciendo funcionar el transporte público…

Y, por qué no, también es encomiable la labor de todos los que se han quedado en casa responsablemente, de los que a pesar de todo les toca ir a trabajar para que el mundo no se acabe de parar, de los vecinos que se ofrecen a hacer la compra a los más mayores, de los padres que teletrabajan mientras ayudan a sus hijos a hacer los deberes… Y de los empresarios hoteleros que han cedido gratuitamente sus establecimientos para uso hospitalario, de los hospitales privados que se han puesto en manos de la sanidad pública, de los políticos que sí que han tomado decisiones de manera ágil y efectiva (aún queda esperanza) o de los taxistas que desplazan a mayores y sanitarios con la simbólica “tarifa coronavirus” de un euro. En definitiva, de todos los que, en la medida de sus posibilidades, ponen su granito de arena.

Se vienen tiempos complicados y el coronavirus nos ha abierto los ojos, haciendo caer como castillos de naipe nuestras “sólidas y desarrolladas” sociedades. Dicen que de cada crisis surge una oportunidad y estoy convencida de que esto también nos enseñará algo. Pero hagamos que no sólo aprendan los más vulnerables, pagando los costos y platos rotos derivados de esta pandemia mundial. Hagamos que también aprendan líderes políticos y los grandes poderes. Y no es demagogia, sino justicia social. Esa misma justicia social que defienden muchos líderes que, llegado el momento, ponen la carga de la crisis en el trabajador y pequeño empresario, mientras blinda sus privilegios y se preocupa más de su cuota de poder, que de sacar adelante esta situación. Sociedad 10 – políticos 0.

Mélany Barragán

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